Tras los dos goles emotivos que cosechó Darío Benedetto en la Bombonera, Boca llegó a Brasil con la misión de capitalizar la ventaja de local y sellar la clasificación a la final de la Copa Libertadores, donde espera River.
El esquema de 4-1-4-1 que dispuso Guillermo Barros Schelotto sirvió para imponer su presencia ante el Palmeiras. Con el antecedente que dejó el duelo con Cruzeiro, donde el Mellizo imaginó un encuentro en el que las claves estuvieron por las bandas, el técnico volvió a apostar por la velocidad de Villa y Pavón. Sin embargo el destino del espectáculo pudo haber sido otro si el VAR no hubiera intervenido.
A los 10 minutos Bruno Henrique despertó al público del Allianz Parque con un gol que dejó de rodillas al Xeneize. Sin embargo, una posición adelantada anterior anuló la conquista local.
En el complemento Boca demostró que tuvo uno de los mejores partidos del certamen. El intento de media distancia de Lucas Lima hizo lucir a Rossi, con una tapada que despertó el aplauso espontáneo en las tribunas. Hasta el arquero que había recibido innumerables críticas en el pasado tuvo una producción notable.
El grito de Luan sirvió para que el espectáculo adquiera una carga emotiva superior. Los constantes gritos de la parcialidad local contribuyen a una gesta argentina más épica. Del mismo modo que lo hizo River en Porto Alegre, el Xeneize quería repetir la hazaña en San Pablo.
El trofeo más codiciado del continente se dirimirá con una superfinal inédita. Xeneizes y Millonarios se enfrentarán en un mano a mano épico que cambiará la historia del fútbol argentino. Serán los días en los que se paralice el mundo detrás de una pelota. El que se quede con la corona, terminará con la polémica que cuestiona la grandeza entre ambos.