El 8 y 9 de junio se conmemoró en todo el país el día del estudiante caído como forma de recordar las luchas estudiantiles y asesinatos de estos, ocurridas entre 1929, 1954 y 1973. Sin embargo, en la actualidad más de un joven ha sido víctima de este u otros tipos de violencia ejercida por la fuerza pública durante las marchas protagonizadas en los últimos 20 años.
En Colombia miles de estudiantes salen a las calles a gritar sus consignas las cuales hacen alusión a los malos manejos de los recursos económicos para la educación, por parte del gobierno de turno. Además, buscan negociar el presupuesto de la educación de la universidad pública en Colombia u otros temas de interés social.
En efecto, las luchas van dirigidas a recuperar una educación consagrada en la constitución política de Colombia. Una educación de calidad, la cual infortunadamente se ve corrompida por la corrupción desmedida en casos graves, como rectores amañados que participan con sus padrinos políticos en llevar una vida política y no académica.
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Sin embargo, existen los significativos avances gracias a la buena gestión y participación del estudiantado al colocar su inteligencia al servicio de la educación. Los estudiantes hacen veeduría del presupuesto que se invierte en la universidad y el país, por lo tanto, su conciencia crítica frente a las formas de hacer política por ciertos sectores de la sociedad ayudan a construir nación a lo largo y ancho de sus territorios.
No es naturaleza del estudiantado ejercer violencia, porque ese no es su propósito dentro de la sociedad, pero sí con sus ideas incomodar el establecimiento que lo señala, desprestigia, copta y persigue incansablemente hasta borrar sus ideas. Pero sí, y solo sí, se sale a marchar cuando la sociedad pasiva no hace nada para debatir los temas coyunturales y ejercer una acción política que esté a favor de las grandes mayorías.
Para citar un hecho preciso, recordemos que el 9 de junio de 2015 durante una conmemoración del “Estudiante caído” por parte de estudiantes de la Universidad del Tolima, el Escuadrón Móvil Antidisturbios, ESMAD, persiguió con sus efectivos a los marchantes hasta la entrada del claustro educativo, y con un proyectil de gas lacrimógeno impactó en la frente al compañero Cristian Pulido que se debatió entre la vida y la muerte solo por estar en ese momento cubriendo y ejerciendo veeduría de Derechos Humanos.
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A otros estudiantes los han perseguido y golpeado, y en su defecto señalado en carteles de “Se busca” como fue el caso del compañero Sancho Sánchez, que estuvo en el paredón de criminales siendo este comunicador y portador de las credenciales en el momento de los hechos, donde según declaraciones de las autoridades él hizo parte de los presuntos vándalos que quemaron uno de los dos CAI de la policía en la ciudad de Ibagué el 30 de agosto del 2013.
Compañeros caídos en Colombia han sido muchos por parte de la represión ejercida por los gobiernos que se montan en el poder cada cuatro años, como es el caso más reciente de Dylan Cruz, estudiante de bachillerato que fue impactado en la cabeza y falleció por el proyectil de la escopeta que accionó un oficial de la fuerza pública, dando pie a ser el nuevo símbolo de las marchas y protestas del 2019.
Ahí está el futuro del país dijo un profesor mientras muchos de los estudiantes ejercieron su acción política sobre la carrera quinta de la ciudad de Ibagué; aún no se sabe si es para bien o para mal ese tipo de acciones que incomoda y en otras genera empatía. Lo cierto es que siempre van a estar ahí, para hacer comprender a las masas que nunca más serán más mansas.
Homenaje a los estudiantes caídos en su día.