La comparación de la evolución de la tasa de desempleo en los últimos 20 años reaviva la discusión política: mientras sectores del uribismo sostienen su gestión, los datos más recientes muestran que la tasa de desocupación alcanzó su nivel más bajo en agosto de 2025, lo que partidarios del Gobierno atribuyen a sus políticas económicas y sociales, y críticos advierten sobre factores coyunturales y calidad del empleo.
La discusión sobre qué corriente política ofrece mejores resultados económicos volvió a encenderse tras la publicación de series históricas de la tasa de desempleo: al comparar los periodos de los gobiernos de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque con los primeros años de la administración de Gustavo Petro, los indicadores macroeconómicos recientes muestran una caída notable del desempleo que atrae interpretaciones contrapuestas. Para unos, los datos cuestionan la narrativa de que el “uribismo” fue la solución definitiva; para otros, el comportamiento responde a contextos externos y a medidas puntuales del Gobierno actual.
Según los registros oficiales y análisis de la evolución mensual del mercado laboral, la tasa de desocupación alcanzó en agosto de 2025 un nivel que es señalado por expertos y observadores como el más bajo del periodo comparable (inicio del siglo XXI a la fecha). Ese registro es utilizado por el Gobierno y sus simpatizantes como un indicador de que las políticas implementadas en lo reciente —desde inversión pública hasta programas de empleo— están funcionando y permitiendo que más personas accedan a un puesto de trabajo.
Quienes defienden la gestión de los gobiernos anteriores recuerdan, sin embargo, que en varios momentos —como la crisis derivada de la pandemia en 2020— las cifras sufrieron alteraciones bruscas; la tasa llegó a registrar picos superiores y luego periodos de normalización. En ese contexto, los críticos advierten que una caída puntual del desempleo no es suficiente para concluir que un modelo político o económico sea superior sin analizar la calidad del empleo, la cobertura de la seguridad social y la estabilidad de los puestos creados.
Analistas laborales consultados por medios nacionales coinciden en que la tasa de desempleo es un indicador relevante, pero incompleto si se aísla de otras variables. Señalan la necesidad de revisar simultáneamente la informalidad laboral, la proporción de empleo formal, la duración de los contratos y los niveles salariales para evaluar si la reducción de la desocupación se traduce en mejoras reales del bienestar de las familias colombianas.
En el debate político la lectura de los números tiene consecuencias simbólicas y prácticas. Voces del Pacto Histórico y cercanas al Ejecutivo presentan la caída del desempleo como un aval a la estrategia económica del actual Gobierno y como prueba de que aumentar el gasto social y la inversión pública puede dinamizar el mercado laboral. En contrapunto, representantes del centro-derecha y sectores empresariales piden prudencia y ponen en guardia sobre posibles efectos secundarios en inflación, costos laborales y competitividad.
Economistas independientes recuerdan que factores externos —como la dinámica de la recuperación económica global, los precios de las materias primas o el comportamiento de los mercados financieros— también influyen en la creación de empleo. Por ello, subrayan que atribuir el desempeño del empleo exclusivamente al signo del Gobierno sería una simplificación que omite la interacción de múltiples variables macroeconómicas y microeconómicas.
Desde el punto de vista técnico, las próximas publicaciones del DANE y otros indicadores serán claves para confirmar si la tendencia a la baja en el desempleo se consolida. Para muchos expertos, la sostenibilidad de la reducción dependerá de políticas que fomenten empleo formal, inversión productiva y capacitación laboral, así como de la estabilidad macroeconómica que permita mantener la confianza del sector privado.
En la arena política, el asunto ya se proyecta hacia las agendas de fin de año: la negociación del salario mínimo, las discusiones sobre reforma laboral y las prioridades presupuestales tomarán energías de la evidencia estadística reciente. Si los números de empleo continúan mejorando, esto podría fortalecer la posición del Gobierno en la Comisión de Concertación y en el debate público sobre política económica.
En síntesis, la comparación histórica de la tasa de desempleo alimenta hoy un debate legítimo entre modelos: mientras los datos muestran una mejora en el indicador durante la administración actual, la valoración final —si el uribismo “tenía la solución” o si Petro ofrece un mejor rumbo— dependerá de análisis más amplios que incluyan calidad del empleo, informalidad, salario real y sostenibilidad macroeconómica.