La clausura del 39° Festival Nacional de la Música Colombiana en Ibagué genera controversia por la creciente privatización del evento, alejándolo de su esencia popular y restringiendo el acceso a la comunidad.
El 39° Festival Nacional de la Música Colombiana, un emblema cultural de Ibagué, ha despertado críticas por la aparente privatización de sus espacios, limitando la participación del público y alejándose de su propósito original: ser un evento abierto para la comunidad.
Históricamente, este festival ha sido una manifestación de identidad y tradición, llevada a plazas y parques para el disfrute colectivo. Sin embargo, en los últimos años, el acceso a ciertos escenarios ha sido restringido, convirtiendo lo que antes era un evento inclusivo en un espectáculo cada vez más exclusivo.
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Natalia Ramírez Herrera, artista, docente y futura gestora cultural, ha expresado su inconformidad ante esta situación, argumentando que la cultura no debe convertirse en un privilegio. “Es inaceptable que se nos impongan barreras económicas y sociales para acceder a nuestras propias expresiones artísticas”, señaló.
La preocupación por la mercantilización del arte no es nueva. En muchas ciudades, festivales y eventos culturales han pasado de ser financiados con recursos públicos a depender de patrocinadores privados, lo que ha generado cambios en la programación y en la forma en que se presentan al público.
Este fenómeno plantea interrogantes sobre el futuro de la cultura en Ibagué y en Colombia. ¿Se está perdiendo la esencia de estos festivales? ¿En qué momento se traicionó el legado de la música colombiana? Son preguntas que resuenan entre artistas, gestores y ciudadanos preocupados por el acceso equitativo a la cultura.
Ramírez Herrera hace un llamado a la comunidad y a las autoridades para que se garantice un festival verdaderamente público y accesible, que mantenga su esencia y su razón de ser. “No permitamos que el arte y la historia sean convertidos en mercancía. La cultura es del pueblo y debe seguir siéndolo”, afirmó.
Mientras se debate el futuro del festival, muchos ciudadanos optan por apropiarse de los espacios públicos para celebrar la música tradicional. Desde lugares icónicos como el monumento de “La Guitarra”, algunos asistentes han decidido vivir la esencia del evento a su manera, reivindicando su derecho a disfrutar de la cultura sin restricciones.