Por: Edwin Soto Castro – Periodista – Especialista en Comunicación Digital
La controversia sobre los murales revela un problema más profundo: la falta de políticas culturales que realmente posicionen a Ibagué como la Capital Musical de Colombia.
El debate generado por la eliminación del mural Las Cuchas Tienen Razón en Ibagué ha puesto en evidencia una problemática aún más grave: la falta de una verdadera identidad cultural en la ciudad. Mientras algunos se preocupan por tapar grafitis con pintura gris, la capital del Tolima sigue sin una agenda artística que la haga sentir como la Capital Musical de Colombia.
La pregunta es inevitable: ¿Ibagué ostenta este título solo por tradición o realmente lo sustenta con acciones? La administración municipal parece más interesada en imponer una estética que en fomentar el arte y la cultura. La intervención en el mural se justificó con la excusa de “embellecer” la ciudad con imágenes del Nevado del Tolima y otros íconos regionales, pero ¿dónde están los espacios de creación artística, las iniciativas de apoyo a los músicos y los eventos que promuevan el talento local? Cada año, Ibagué se llena de música y tradición en el Festival Folclórico Colombiano, pero una ciudad no puede ser musical solo por unas fiestas de mitad de año. No hay políticas culturales sólidas que integren el arte a la vida cotidiana, no hay espacios adecuados para la música en vivo y los músicos locales siguen luchando por oportunidades en su propia tierra.
El Conservatorio del Tolima y el Colegio Musical Amina Melendro de Pulecio han sido históricamente referentes de formación artística, pero eso no basta. No hay escenarios accesibles, no hay programas que garanticen la circulación de los artistas ni estrategias que conviertan la música en un verdadero motor de desarrollo cultural y económico. La falta de compromiso de la administración con el arte y la cultura se refleja en la desorganización de eventos, la ausencia de promoción turística basada en la música y la apatía frente a la conservación del patrimonio cultural.
Se invierten recursos en infraestructuras ineficaces y en proyectos que poco aportan a la identidad musical de la ciudad. Mientras en otras partes del país se construyen teatros, se crean festivales de música y se incentiva la producción artística, en Ibagué se borran murales con discursos de “orden y embellecimiento”. La pregunta es clara: ¿a qué le teme la administración? ¿Al arte callejero, a la protesta social o a que la ciudadanía exija un verdadero compromiso con la cultura? Si Ibagué quiere mantener el título de Capital Musical, necesita más que nostalgia por su pasado.
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Urgen políticas que incentiven la creación artística, la protección del espacio público como lienzo de expresión y la integración de la música en la vida cotidiana de sus habitantes. De lo contrario, la ciudad seguirá siendo un nombre vacío, un lugar donde la cultura solo se exhibe en placas conmemorativas y festivales ocasionales, mientras su gente se pregunta: ¿qué nos hace realmente la Capital Musical de Colombia?