Edgar Romero Macías, Segundo Vicepresidente de FECODE
Necesitamos una democracia de la liberación. Un gobierno ideal con sus poderes de Estado debería asegurarse de que sus gobernados puedan hacer valer sus demandas y opiniones, de modo que las decisiones tomadas por los representantes del pueblo tengan en cuenta el sentir popular y se concrete el interés general.
La sociedad colombiana despierta gracias a un presidente y parte de su gobierno que se inclina por los de abajo. Poco a poco, va entendiendo que el poder del pueblo se debe reclamar ante la arbitrariedad y la injusticia. En lo sucesivo, los gobernantes y representantes del pueblo tendrán un panorama distinto para gobernar y decidir, ya no estarán en zonas de confort imponiendo políticas a espaldas del pueblo.
La modernidad tardía está ejerciendo una dificultad para las instituciones y personalidades ajenas al constituyente primario. Asistimos a la aprobación de una reforma laboral que había sido archivada y que fue revivida debido a la persistencia presidencial y el apoyo popular movilizado.
Se ven venir tiempos de cambio en el sistema político, en particular si se sigue manifestando el levantamiento popular. El pueblo debe hacer entender a gobernantes, representantes y funcionarios públicos que hacer, modificar la ley y administrar el Estado se debe corresponder con la opinión pública, con el bien común y el interés de todos.
La democracia debe ir más allá de lo político, del derecho a elegir y ser elegido o a ejercer cargos públicos. La democracia es la trascendencia a la propuesta colectiva, a la escucha del disenso, a la construcción en medio de la diferencia y a la movilización social si los poderes del Estado lesionan los intereses del constituyente primario.
Este fenómeno es una oportunidad para entender que la democracia es un proceso en construcción y que muchos sectores de la población no estamos dispuestos a ser simplemente espectadores, sino a cumplir un papel de sujeto actor tanto en lo individual como en lo colectivo. Esto debe realizarse en la discusión por la reforma a la salud, en la destinación del presupuesto, en la distribución de la tierra, en lo agrario, educativo y en el modelo económico.
Es la hora de potenciar los factores de poder de los de abajo, para ser los reales protagonistas de un cambio que es palpitante y real. El pueblo se cansó de 200 años donde se acuñó la frase “Al pueblo nunca le toca” y entendió que la frase debe ser solo “el pueblo salva al pueblo”, bien sea con representantes dignos que le apuesten al interés general o saliendo a evitar la arbitrariedad de los mismos.