En Ibagué, los murales realizados el pasado lunes 20 de enero de 2024, como parte de un ejercicio de memoria histórica y resistencia colectiva, amanecieron vandalizados con pintura negra. Las obras, que rendían homenaje a las madres de víctimas de desapariciones forzadas y hacían alusión al conflicto armado colombiano, fueron intervenidas sin autorización, según denunciaron colectivos sociales.
Entre los murales afectados se encontraba uno con la frase “Las cuchas tienen razón” y otro que hacía alusión al expresidente Álvaro Uribe con la frase “Yo di la orden”, como una forma de recordar los hechos ocurridos durante la Operación Orión (2002-2003) en Medellín. Esta intervención artística surgió tras conocerse un informe de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) sobre restos óseos hallados en La Escombrera, lugar relacionado con desapariciones forzadas durante ese operativo militar.
“Quieren ocultar la memoria y la verdad de este país. Les duele que las paredes hablen, que las madres hablen, que la tierra hable. Si tapan uno, pintaremos mil”, expresaron miembros de colectivos juveniles que participaron en la creación del mural. Este acto ha sido percibido como una negación a las denuncias sobre desapariciones forzadas y otros crímenes ocurridos durante el conflicto armado, muchos de ellos vinculados al gobierno del expresidente Uribe.
El Secretario de Gobierno de Ibagué, Leandro Vera en representación de la La alcaldesa de Ibagué, Johana Aranda, uribista del Centro Democrático dijo que la intervención no contaba con permisos oficiales del municipio. Sin embargo, activistas señalan que los murales fueron una respuesta espontánea a la censura de obras similares en Medellín y otras ciudades del país, como parte de una ola de apoyo a las “cuchas buscadoras” que han liderado la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos.
El acto de vandalismo ha provocado una oleada de rechazo entre organizaciones defensoras de derechos humanos, quienes aseguran que este tipo de acciones buscan invisibilizar la memoria histórica y silenciar las voces de las víctimas. “Es un retroceso en el reconocimiento de las atrocidades del pasado. No se puede construir paz si se intenta borrar la memoria”, afirmó un representante de un colectivo de derechos humanos en la región.
Por su parte, los jóvenes promotores del mural han señalado que continuarán con estas expresiones artísticas como un mecanismo de resistencia frente a la censura y el olvido. También se presume que serán convocadas a nuevas jornadas de muralismo, reiterando su compromiso con la memoria histórica.
Este hecho refleja la persistencia de tensiones en torno al reconocimiento y la representación de las víctimas del conflicto armado en Colombia, poniendo de manifiesto la necesidad de un diálogo abierto y respetuoso sobre la memoria y la verdad en el país.