La construcción del puente elevado en la intersección de la calle 60 con carrera Quinta en Ibagué ha tomado un rumbo imprevisto, desvelando secretos y desafíos que han sumido la obra en una crisis que amenaza con extenderse más allá del plazo contractual.
Lo que debería haber sido una obra concluida para el próximo 28 de diciembre, según el cronograma oficial, ahora se enfrenta a la posibilidad de no cumplir con esta fecha límite, dejando a la ciudad en la incertidumbre. A pesar de los intentos de la administración por justificar los retrasos con permisos arqueológicos y ambientales, informes de interventoría indican que la improvisación y el desorden administrativo han sido moneda corriente en este proyecto.
La obra, adjudicada al Consorcio Puente Carrera Quinta, liderado por el contratista Olaguer Agudelo Prieto, ha avanzado apenas un 5% en cinco meses y ha experimentado ajustes significativos en los diseños originales. La revisión de estos diseños, la complementación del catastro de redes y la optimización de estructuras han sido las principales razones de la parálisis del proyecto.
Entre las modificaciones necesarias se encuentra el desplazamiento de los puentes hacia el sur para facilitar la instalación de redes de servicios públicos, y la construcción de una nueva red de acueducto debido a falencias en la información proporcionada por las empresas, especialmente el IBAL. Este proceso requerirá la aprobación de planos y presupuestos, lo que podría generar demoras adicionales.
La red provisional de energía también representa un desafío, estimándose que su construcción superaría los $2.000 millones. La secretaria de Infraestructura, Sharon Guzmán, espera que los permisos arqueológicos y ambientales se otorguen en octubre, y que los diseñadores originales hayan concertado los diseños con el contratista para noviembre. Sin embargo, el futuro del proyecto y la posibilidad de cumplir con el plazo contractual quedan en entredicho.
Esta situación plantea interrogantes sobre la gestión del proyecto y la necesidad de ampliar el plazo contractual, lo que recae en manos del próximo alcalde de Ibagué. La calle 60, que debería ser una vía de flujo rápido, se convierte así en un símbolo de los desafíos y problemas que han caracterizado la gestión de obras públicas en la ciudad. La incertidumbre persiste, y la comunidad aguarda respuestas claras sobre el destino de una obra que, por ahora, se mantiene paralizada en medio de una compleja trama de dificultades administrativas y técnicas.