La Fiscalía también debe hacer lo propio, entendiendo que la nueva Ley de Delitos Ambientales contempla condenas contra quienes ejecutan, financian y patrocinan la deforestación.
De manera arbitraria y al parecer con una simple inspección visual, alguien dio la orden de derribar los emblemáticos árboles que engalanaban el “eje cultural de Ibagué”. Pareció más un irracional acto de venganza por el desafortunado y doloroso accidente que causó la muerte de un joven e hirió a su pareja en estado de gestación, que un verdadero plan para diagnosticar el estado de los individuos arbóreos e intervenirlos de manera técnica. Como queriendo demostrar diligencia y quizá tapar lo que no hicieron a tiempo.
Para expertos en ingeniería forestal y biología, consultados por esta columna, lo ocurrido es una infamia contra la vida natural. Para tomar la drástica decisión de talar los árboles patrimoniales, debió utilizarse tecnología sónica para verificar la descomposición de la madera y el grado de ahuecamiento dentro de los árboles, a fin de evaluar con mayor certeza el riesgo que pudieran representar. Ese instrumento (Tomógrafo Sónico) lo tiene la facultad de Ingeniería Forestal de la Universidad del Tolima, seguramente nadie los buscó. Los ingenieros coinciden en que un riguroso estudio “fitosanitario, radicular y de peligros potenciales”, no habría sido posible llevarlo a cabo de un día para otro, lo que confirma la improvisación. Para rematar, dos forestales que estudiaron las fotografías de la madera de los árboles talados coincidieron en que se ve sana, y que al no observar “hongos, anillamientos, insectos o quemadura alguna”, no debieron haberse eliminado. ¿Quién responde por esta invaluable e innecesaria pérdida? ¿Cuándo volveremos a ver frondosos árboles de 15 metros de altura en ese sector? Ninguna reposición logrará compensar el daño ecológico causado.
A esto hay que agregar que el proceso de tala se llevó a cabo de manera antitécnica causando daños en las barandas del terraplén y en los pisos ¿Quién paga por ello?
La fauna también recibió un trato cruel. Una respetada bióloga experta en aves, consideró que ante la decisión de derribar los árboles debió haberse realizado un “plan de rescate y reubicación de fauna”, especialmente de nidos de aves. ¿Alguien pensó en eso?
El daño también fue para la cultura y la historia de la ciudad: se deterioró el paisaje en pleno Centro Histórico y eje cultural de la ciudad, ni más ni menos en la calle que conecta el Panóptico con los otros bienes de interés cultural.
La Organización Mundial de la Salud sugiere que se debe contar con al menos un árbol por cada 3 habitantes, para respirar un mejor aire en las ciudades. En Ibagué tenemos 1 árbol por cada 5 habitantes y la Alcaldía y Cortolima los están tumbando.
Queda claro que lo ocurrido fue una acción deliberada y sin las suficientes consideraciones técnicas. Los organismos de control deben actuar de inmediato para esclarecer las responsabilidades y sobre todo sentar precedentes para que nadie se crea con derecho de agraviar el patrimonio ambiental y cultural de la ciudad.