Fuente: Infobae
La policía disparó numerosos proyectiles de gas lacrimógeno para hacer retroceder a manifestantes, en una calle adyacente a los Campos Elíseos, cerca del Arco del Triunfo. Alrededor de 1.500 personas manifestaban en la célebre avenida parisina, según la prefectura de París.
Hasta el momento, 481 personas fueron detenidas en otra jornada de protesta del movimiento antigubernamental de los “chalecos amarillos” que han puesto en jaque al presidente Emmanuel Macron.
Las autoridades, que temen un estallido de violencia, están llevando a cabo controles en las estaciones de ferrocarril y en los puntos estratégicos de la capital.
El gobierno, que se prepara para una “gran violencia”, anunció el despliegue “excepcional” de cerca de 90.000 policías en todo el territorio, que están apoyados en París por una decena de vehículos blindados para proteger los edificios públicos y despejar las barricadas.
Además de algunos miembros de los “chalecos amarillos” que se han radicalizado, el Ejecutivo teme la movilización de grupos de extrema derecha y extrema izquierda que podrían aprovechar las manifestaciones para sembrar el caos.
El fuerte dispositivo de seguridad desplegado en varios puntos estratégicos de la capital, incluyendo la sede de la presidencia y los Campos Elíseos, ha convertido el centro de París en una ciudad fantasma, con museos, monumentos y estaciones de metro cerradas.
Esta ola de manifestaciones comenzó el 17 de noviembre en oposición a un aumento de los impuestos a los combustibles, pero en las últimas semanas se ha convertido en una protesta generalizada contra la política económica y social del gobierno.
El presidente Emmanuel Macron cedió esta semana a algunas de las demandas de los manifestantes. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que hacía parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses.
Pero estas medidas no han sido suficientes para apagar la cólera del los “chalecos amarillos”, un movimiento sin estructura ni dirigentes, que expresa el hartazgo de la clase media que ha perdido poder adquisitivo.