Por: Efraín Gutiérrez Zambrano
Un día más es un milagro, un regalo de amor y esperanza. En esta reflexión espiritual, se agradece al Padre Celestial por un nuevo amanecer y se invoca la fuerza divina para superar las dificultades, buscando siempre la luz del camino a través de la fe y la misericordia.
Señor y Dios nuestro:
Padre de nuestro Salvador, Jesucristo, las obras de tus manos llenan mis ojos de belleza. Todo lo hiciste perfecto y maravilloso. Este mundo que creaste me llena de admiración. Para coronar tu obra creaste al ser humano para que lo disfrutara y alabara tu nombre.
El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! (Lamentaciones 3:22-23)
En cada amanecer renuevas mi vida y me invitas a salir al encuentro del prójimo para servir y construir tu Reino de Amor. Gracias por haber hecho de la cruz el árbol de la vida eterna.
“Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre”. (Salmo 55:22)
Gracias por haber hecho del dolor el bálsamo de purificación. Ayúdame a aceptarlo de buena voluntad como tu Hijo lo aceptó en Getsemaní. Gracias por este nuevo día y por la bendición para mi familia.
Permite que en este día imite a tu Hijo y si el dolor me sale al paso tu misericordia sea superior a él para que sea digno de recibir tu Santo Espíritu. Amén.