Toda campaña política genera crispación y estrés social en cualquier parte del mundo. Colombia por supuesto no es la excepción y no podría serlo. La nuestra es la historia de las pasiones políticas extremas, desde el minuto cero de la declaración de independencia hasta nuestros días. Somos una nación en guerra consigo misma. Bolívar, dijo alguna vez, que cada colombiano era un país enemigo.
No sé si se acuerde. Nos conocimos cuando yo era diputado a la Asamblea del Tolima y presidente de la Comisión de paz y derechos humanos de ésta, y se abrió un diálogo entre la administración Barco y el M19 gracias al empeño de la duma departamental y del concejo de Ibagué. El resultado fue exitoso. El M19 firmó la paz y cumplió, pese al asesinato de Carlos Pizarro en un vuelo comercial a las pocas semanas de haber entregado las armas. El país les reconoció honrar la palabra con una altísima votación en la Asamblea Constituyente del 91. Esa fue una victoria, pese a sus luces y sombras. Desde esa época a ésta usted ha hecho una carrera política, contra viento y marea, siempre en el marco de las instituciones. Ha construido un discurso y unas tesis con las que se puede estar de acuerdo o no, que son puntos de referencia ineludibles para el debate programático. Se ha convertido en un líder auténticamente nacional, con una influencia muy grande sobre la gente. Ese liderazgo le impone responsabilidades mayúsculas. Cada palabra, cada gesto, cada acción suya pueden tener repercusiones en la vida social, económica y política del país.
En Colombia se han hecho varias entregas de armas, pero no se han desarmado los espíritus. Existe mucho odio, mucha cizaña en el alma colectiva. Prevalecen la descalificación, el ataque aleve y la calumnia. Lo cierto es que necesitamos reconciliarnos y que es mucho lo que usted puede hacer para conseguirlo. No soy quién para darle consejos, sin embargo, desde mi simple posición de ciudadano, le pido que lidere un proceso de reconciliación nacional, cancele toda controversia que profundice la discrepancia personal y abra nuevas heridas. Nos están corroyendo las falsas noticias, los memes y los comentarios injuriosos, se están dividiendo familias y terminando amistades. El lenguaje se ha degradado a límites extremos. No faltará quien diga que así es en todas partes. La diferencia está en que en otros países la gente no se mata. Sólo basta una chispa para que se incendie la pradera. Esta campaña está cerrando mal. Échele agua al fuego. Tienda puentes con todos sus adversarios. Desarme el espíritu y haga gestos de paz que contribuyan a civilizar la controversia. Si lo hace, miles de sus seguidores lo imitarán, asumirán actitudes menos descalificadoras y revanchistas en sus propios entornos. Imite a Mandela. Retome la política del amor de la que habló hace unos años. Ese es el mejor camino para que gane Colombia.
Es posible que el próximo domingo sea elegido presidente de la República. Como lo he anunciado, depositaré mi voto por usted, pues creo que puede liderar un nuevo tiempo para que entre todos construyamos una Colombia más humana, más justa y con mayor esperanza en nuestro porvenir colectivo. Queremos paz. Queremos paz. Queremos paz.
Ibagué, 11 de junio de 2022