En una situación inusual, el cráter del volcán Cerro Bravo se convirtió en el escenario de un fenómeno que, a primera vista, parecía estar relacionado con la actividad volcánica. Sin embargo, de acuerdo con el Servicio Geológico Colombiano (SGC), los estudios realizados revelaron que no existía evidencia de la presencia de magma en la superficie.
Según el informe del SGC, la anomalía se presentó en un área muy específica y poco profunda del volcán. Para llegar a esta conclusión, se tuvieron en cuenta diferentes factores determinantes. Por ejemplo, la presencia de altas concentraciones de metano, que descartarían la hipótesis de actividad volcánica. Los valores registrados superaron en 100 veces los niveles emitidos por volcanes tanto en Colombia como en el resto del mundo.
Otro indicador clave fue la ausencia de dióxido de azufre (SO2), un gas que se produce en cantidades significativas en erupciones volcánicas. Sin embargo, en las mediciones realizadas no se detectó la presencia de este compuesto. A pesar de que a simple vista algunos puntos de salida de gases mostraban un tono rojizo, esto no indicaba la presencia de magma, sino simplemente un efecto visual causado por la alta temperatura en la superficie de ciertos materiales.
El monitoreo volcánico constante desempeñó un papel fundamental en la evaluación de esta anomalía. Durante los últimos 10 años, el Cerro Bravo ha sido monitoreado las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y no ha mostrado ninguna actividad anormal en ese período. Estos datos respaldan la afirmación de que el fenómeno observado no está relacionado con la actividad volcánica del Cerro Bravo.
Este caso puso de manifiesto la importancia de la colaboración entre diferentes actores para determinar el origen de la anomalía y buscar soluciones. El Servicio Geológico Colombiano, a través de su conocimiento geocientífico, contribuyó al descarte de la asociación de la anomalía con el Cerro Bravo.
Esto permitirá estar preparados y actuar de manera oportuna ante cualquier eventualidad, garantizando la seguridad de las comunidades cercanas a los volcanes. La investigación y el seguimiento riguroso de estos fenómenos son fundamentales para comprender y prevenir posibles riesgos en áreas volcánicas.