La gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz, y la alcaldesa de Ibagué, Johana Aranda, fueron incluidas en el listado de las 100 mujeres más poderosas de Colombia en 2025, según Forbes.
La revista Forbes Colombia incluyó en su edición 2025 a la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz, y a la alcaldesa de Ibagué, Johana Aranda, dentro de su listado de las 100 mujeres más poderosas del país. Este reconocimiento destaca el papel de mujeres líderes que han logrado posicionarse en espacios tradicionalmente dominados por hombres. Sin embargo, la celebración no está exenta de cuestionamientos sobre la autonomía de su liderazgo político.
Adriana Magali Matiz, quien llegó al cargo respaldada por el senador Óscar Barreto, ha sido percibida como una figura de continuidad del barretismo en el departamento. Aunque encabeza una agenda que incluye el desarrollo social, el discurso de género y la inversión pública, críticos señalan que su gestión está profundamente ligada a las decisiones y orientaciones de quien es considerado el político más rico del Tolima, y uno de los más poderosos del país.
Por su parte, Johana Aranda Rivera, actual alcaldesa de Ibagué, fue secretaria de salud en la administración de Andrés Hurtado, hoy cuestionado por su rápido ascenso económico durante su paso por la administración pública. Aranda ha sido señalada como la heredera política de Hurtado y como parte del engranaje que consolidó un modelo de gobierno centralizado, con poco margen para el disenso o la innovación independiente.
El listado de Forbes resalta a las mujeres que transforman sus entornos desde diversas esferas del poder: empresarial, político, cultural y social. Sin embargo, en el caso de Matiz y Aranda, el reconocimiento choca con la realidad de una política regional fuertemente jerarquizada, donde los liderazgos femeninos han emergido bajo estructuras patriarcales que aún concentran el poder real.
La metodología de Forbes considera variables como el poder duro (recursos, cargos, influencia), el poder dinámico (audiencias y creatividad) y el poder blando (impacto social). Si bien ambas mandatarias cumplen con estos criterios en términos de visibilidad y administración de recursos, su dependencia política sigue siendo un tema pendiente en la discusión sobre empoderamiento femenino auténtico.
Este tipo de distinciones, si bien importantes para visibilizar a las mujeres en cargos públicos, corren el riesgo de maquillar realidades donde las figuras femeninas siguen estando subordinadas a liderazgos masculinos. La legitimidad del reconocimiento dependerá de qué tan capaces sean de romper esos vínculos de subordinación y construir un camino propio, sin obedecer a los intereses de sus mentores políticos.
A pesar de sus méritos y su proyección mediática, tanto Matiz como Aranda aún deben demostrar si su poder es propio o si siguen funcionando como fichas estratégicas dentro de proyectos políticos encabezados por hombres que, aunque en las sombras, aún mueven los hilos de la política tolimense.
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