En el Líbano, Tolima, más del 90% de las vías terciarias se encuentran en mal estado, pese a los compromisos de la actual administración municipal. Agricultores, estudiantes y familias rurales reclaman soluciones inmediatas ante el rezago en infraestructura vial.
El Líbano, uno de los municipios más productivos del norte del Tolima, atraviesa una crisis vial que se ha convertido en una pesadilla diaria para sus habitantes. De los 500 kilómetros de vías terciarias que comunican las veredas con el casco urbano, más del 90% se encuentran en condiciones deplorables. Esta situación ha impactado negativamente la economía campesina, la movilidad de los estudiantes y la calidad de vida de miles de familias rurales que sienten que la institucionalidad les ha dado la espalda.
La comunidad esperaba un cambio con la llegada de la alcaldesa Beatriz Valencia Gómez, quien en su Plan de Desarrollo “Firmes con el Líbano Tolima” prometió ejecutar la construcción de 10.000 metros de placas huella, equivalentes a 100 cuadras pavimentadas en la zona urbana. No obstante, a casi dos años del inicio de su mandato, esas metas no se han materializado, lo que ha generado un creciente malestar ciudadano.
Los agricultores han sido los más golpeados por la falta de vías en buen estado. Transportar sus productos hacia los centros de acopio y plazas de mercado se ha vuelto una odisea que no solo eleva los costos de transporte, sino que reduce la competitividad del municipio frente a otras regiones. En varias veredas, las pérdidas económicas ya se cuentan por toneladas de cosechas que no logran salir a tiempo por el mal estado de los caminos.
El panorama no es más alentador para los estudiantes, quienes deben caminar largos tramos bajo el sol, el barro o el polvo, debido a que el transporte escolar no logra llegar hasta sus hogares. Esta situación ha incrementado la deserción escolar y preocupa a padres de familia que ven truncado el derecho a la educación de sus hijos por falta de infraestructura.
En los barrios del casco urbano, la inconformidad también crece. Las calles llenas de huecos, el polvo en verano y el lodo en temporada de lluvias son una constante que deteriora la movilidad y afecta incluso la salud de la población. “No pedimos lujos, solo que cumplan lo que prometieron. El pueblo se cansa de discursos vacíos”, expresó un líder comunitario del barrio Centro.
La alcaldesa Valencia enfrenta ahora el reto de responder a las expectativas ciudadanas en los dos años que le restan de mandato. La pregunta que ronda en la opinión pública es si alcanzará a ejecutar lo prometido o si sus compromisos quedarán en simples consignas de campaña. La falta de avances concretos debilita su credibilidad y pone en duda la efectividad de su administración.
Mientras tanto, el atraso en infraestructura vial del Líbano amenaza con profundizar las brechas sociales y económicas del municipio. La falta de inversión no solo impacta la movilidad local, sino que también limita el desarrollo regional, frenando proyectos productivos y oportunidades de empleo para los jóvenes.
La reflexión final de los habitantes es clara: el Líbano necesita menos promesas y más resultados. Cada día de retraso en la ejecución de obras significa más rezago para un municipio que clama por vías dignas y que exige ser escuchado por sus gobernantes. El tiempo apremia, y la paciencia de la comunidad se agota al mismo ritmo que se deterioran sus caminos.











