Por: Efraín Gutierrez Zambrano – efraguza@gmail.com
Monseñor Miguel Fernando González, obispo de El Espinal, denunció la relación maligna entre narcotráfico y brujería. Fenómeno que atrae a la juventud ante las jugosas ganancias que los jefes de los carteles prometen. Esta intersección entre narcotráfico, brujería y juventud es un tema complejo del cual se han ocupado académicos, sociólogos, educadores y hasta directores de cine y renombrados escritores. En diversas regiones del mundo, particularmente en América Latina, estas tres variables se entrelazan para crear un fenómeno social que repercute en la economía, el poder, la identidad y la supervivencia de los pueblos.
Aunque a primera vista pueden parecer conceptos dispares, en el contexto comunitario actual, su relación es más profunda de lo que se podría pensar. El narcotráfico es una actividad económica ilícita, prolifera en muchas naciones, especialmente en las afectadas por la pobreza y la falta de oportunidades. Es el cáncer que afecta al organismo social y a las nuevas generaciones. La juventud, seducida por la promesa de dinero fácil y estatus social —como afirma el prelado— a menudo se convierte en el blanco de los cárteles de la droga.
En este contexto, muchos jóvenes sienten que no tienen otra opción que involucrarse en el narcotráfico, creyendo que esta es la única vía para escapar de la marginalidad. Por otro lado, la brujería —o las prácticas mágicas y esotéricas— ha tenido un resurgimiento en muchas culturas. En sociedades donde el narcotráfico tiene raíces profundas, algunas personas recurren a la brujería como un medio para obtener protección, poder o fortuna en sus actividades ilegales. Basta con leer algunas páginas de La Virgen de los sicarios o ver la película. Las creencias en rituales, amuletos y hechizos son vistas como formas de buscar favores divinos o control sobre la vida de quien invoca las fuerzas espirituales sin reparar si son bondadosas o malignas.
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Para muchos, la brujería se convierte en una herramienta simbólica que les ayuda a lidiar con la violencia, la incertidumbre y la inseguridad que acarrea el narcotráfico. Esto se traduce en un escenario en el que los jóvenes, en su búsqueda de pertenencia e identidad, a menudo son atraídos tanto hacia el narcotráfico y la brujería. En comunidades donde el crimen organizado tiene un fuerte dominio, la visión romántica del narcotraficante puede ser altamente seductora.
Algunos ven a Pablo Escobar, por nombrar un ejemplo, como un paladín. De esta manera, el joven no solo se convierte en un actor de una red criminal, sino que también busca validar su papel mediante la incorporación de elementos satánicos que lo hagan sentir más poderoso y protegido. Adicionalmente, el uso de la brujería dentro del contexto del narcotráfico no solo refleja una búsqueda de protección personal, sino que también responde a un contexto cultural que denota la ignorancia.
En muchas comunidades indígenas y afrodescendientes, las prácticas esotéricas han estado presentes durante siglos, y constituyen parte de su cosmovisión. Sin embargo, en un ambiente donde el narcotráfico predomina, estas prácticas pueden ser cooptadas y reinterpretadas para justificar la violencia y el crimen. Por ejemplo, es común que los líderes de bandas realicen rituales para “proteger” su territorio o “bendecir” sus operaciones, generando un ciclo de violencia y temor.
El papel de la juventud en este entramado es crucial. Los adolescentes y adultos jóvenes son fácilmente moldeables y susceptibles a la influencia de figuras de autoridad dentro de las estructuras criminales. La combinación de la búsqueda de identidad, el deseo de pertenencia y la desesperanza frente a un futuro incierto hace que estos individuos sean vulnerables y caigan en la trampa del narcotráfico y la brujería. Además, el entorno familiar y social también juega un papel importante. Familias desestructuradas o disfuncionales, ausencia de modelos positivos y falta de educación contribuyen a que los jóvenes vean en el narcotráfico una salida viable.
Es imprescindible entender que la relación entre narcotráfico, brujería y juventud es un fenómeno que requiere un análisis multidimensional y profundo. El abordaje de esta problemática debe incluir políticas públicas que ofrezcan alternativas reales a los jóvenes, así como programas educativos que fomenten la crítica y la reflexión acerca de las decisiones que toman. Asimismo, es fundamental la intervención de la comunidad, que debe trabajar en conjunto para romper los ciclos de violencia y ofrecer espacios seguros en campos y ciudades donde los jóvenes puedan desarrollarse plenamente y encuentren fuentes de trabajo con salarios dignos. La relación entre narcotráfico, brujería y juventud, como bien señala Monseñor Miguel Fernando González, es un indicador de las crisis que enfrentan muchas familias.
Estudiar y comprender este entramado nefasto es esencial para diseñar estrategias eficaces que logren desarticular las redes criminales y ofrecer esperanzas a una juventud que desea trabajar, pero no haya un oficio digno y bien remunerado.