Por eso, debemos alegrarnos de volver a la ‘nueva normalidad’ o a algo de la ‘realidad’ de encuentros personales y masivos en espacios físicos, porque sin duda estos días son un solaz económico para muchos comerciantes, profesionales independientes, emprendedores e inversores, en especial del sector del turismo, la gastronomía, la hotelería, el transporte y el comercio en general.
El Tolima, incluida su capital –desvensijada y llena de huecos como la tienen- ha demostrado que sigue preparándose de a poco como destino de aventuras y sensaciones para los colombianos, especialmente, para una enorme masa capitalina que nos visita a borbotones.
No hay duda de que existe mayor agenda musical, cultural, recreativa y comercial para ofertar a propios y foráneos. Sin embargo, en lo que debemos cuidarnos para que se demuestre nuestro avance, las capacidades y el que sí estamos preparados para el turismo, es en mejorar el servicio, la atención al cliente y la buena experiencia de quienes demandan los servicios o productos por estos días.
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Sin duda no hay que volver a los estudios que ya existen y tienen los gremios y las universidades ni a realizar una investigación de campo profunda, para darse cuenta de que ese sigue siendo nuestro enorme bache, el lunar negro que nos acompaña, la sombra que ensombrece todo esfuerzo público o privado que se haga.
Demoras en el servicio, olvidos en los pedidos y defectuosidad en el producto solicitado. Sea un plato que llega frío o tarde, que no llega, está incompleto, con lo que no se solicitó; hasta la experiencia de una mala atención, hosquedad en las respuestas, no saludar, poco amabilidad y mucha hostilidad hacia el cliente o visitante; de baños desarreglados o sucios, sillas o mobiliarios dañados, empaques poco resistentes, desconocimiento de lo que se oferta y sus valores.
En fin, son muchos los detalles que dan al traste con una agradable satisfacción de quien nos visita, turistea o recorre nuestros lugares, atractivos, rutas o el comercio.
Debemos creernos en serio que el turismo es un generador de ingresos, divisas, riquezas y empleo, sentirlo así, comportarnos de la mejor forma posible para hacerlo realidad; es un tema de actitud y aptitud y mucho más en esta semana que es considerada el puente festivo más largo del año en Colombia y tiene la particularidad de ser el primero luego de casi tres años de afugias económicas y un prolongado encierro general.
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No se trata de arruinarle la fiesta a nadie, el júbilo, la celebración o las campañas de mercado institucional para la buena imagen, pero tampoco de que ocultemos un evidente problema que aún no superamos y debe tomarse absolutamente en serio por ser casi que estructural.
En educación, capacitación, sensibilización, ejemplificación, en el sentido de orgullo y las expectativas económicas positivas para todos debe trabajarse constantemente, todos los días, para romper con el desdén de la mala atención que arruina la buena experiencia y, lo repito, echa al traste cualquier iniciativa para colocarnos como un destino turístico de alta calidad, serio y agradable y que muchos lo vuelvan su predilecto y lo recomienden por sí mismos.
Coletilla: quiero decir que para escribir estas líneas, hicimos un pequeño ejercicio de adentrarnos en servicios de restaurantes, comercio y demás. De los primeros visitamos 8 lugares y siete presentaron las fallas que aquí exponemos. De los segundos, en un número mayor y creo que nadie va a un local para que lo atiendan mal, lo regañen, lo ignoren o a enterarse por los gritos del mal ambiente laboral que allí se vive. FIN.