“Que pasen las elecciones pronto para que se acabe la ansiedad”, “que Petro no puede llegar al poder por intransigente”, “que gane quien gane el lunes después de elecciones me toca trabajar igual”, “que yo no voto por nadie porque soy apolítico”. Estas y otras frases son las que escriben o se le oyen decir a algunos Colombianos, sobre todo a los de “centro”, a militantes del MOIR y a algunos fajardistas que no son capaces de hacer una lectura política de la historia reciente del país y del momento histórico.
Lo que debe generarnos ansiedad, y de hecho lo hace y por eso colombia es un país con graves problemas de salud mental, no son las elecciones sino que el país siga gobernado por la misma mafiocracia corrupta, paramilitar y narcotraqueta que ha llevado a perder la capacidad de asombro a aquellos que desde la comodidad de la urbe, deciden elegir sus intereses por encima de quienes sufren las canalladas más crueles de la guerra en los lugares más recónditos donde no hace presencia el Estado y si por casualidad se presenta es con militarización represiva ¿y todo por qué? Por miedo a perder sus privilegios, mismo miedo que los lleva a ser espectadores indiferentes y en algunos casos hasta intervinientes. Pero sepase, que son responsables sociales, porque es responsable tanto quien actúa como quien decide no actuar y algún día la historia se encargará de juzgarles.
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Precisamente esos que no hacen una lectura objetiva del momento histórico y de la historia reciente del país o quienes no quieren perder sus privilegios, son quienes llaman intransigencia a todo aquello que denote un cambio al status quo colombiano, a todo aquello que venga con pequeñas aristas transicionales, sin embargo, día tras día somos más quienes hemos decidido apostarle a un cambio, día tras día somos más quienes nos alejamos de esa relación tóxica que ha generado el Estado Colombiano para con sus ciudadanos, ya somos una inmensa mayoría los que hemos decidido hacer frente aquellas situaciones críticas y vergonzosas que como colombianos nos ha tocado vivir, buscando siempre alcanzar la utopía en el horizonte y aunque por cada dos pasos retrocedamos uno, es mucho lo que desde la resistencia de esos dos pasos hemos logrado cambiar; le apostamos a un proceso de paz para sanar las heridas y pasar la página sin olvidar o hacer a un lado las memorias de lo vivido, pero el gobierno actual decidió hacerlo trizas como lo prometió en campaña, ahora también le apostamos a una transición de lo que es casi un Estado fallido, hacia una República que empiece a ser “Potencia Mundial de la Vida” en la que los colombianos y colombianas podamos ”vivir sabroso” sin temor a que nos arrebaten la vida, hacia una Colombia Humana en la que “…la vida no sea asesinada en primavera”.
Es una transición hacia una Colombia en la que aunque al campesino, al obrero, al jornalero, al ploretariado, le toque trabajar el lunes después de las elecciones, lo hagan con la garantía de que sus derechos y su dignidad humana como clase trabajadora serán garantizados y respetados para que así a futuro, no lleguen los politiqueros a comprarles su voto aprovechándose de la necesidad que ellos mismos como clase privilegiada han creado para poder seguir manteniéndose en el poder y gobernando desde las políticas del miedo con teorías del “enemigo interno” con las que después persiguen, encarcelan, desaparecen y asesinan a quienes piensen diferentes a ellos, muchos de ellos son incluso quines le vendieron su voto.
Nos unimos al cambio precisamente porque nos reconocemos como seres humanos y no como animales, porque toda acción u omisión humana es en sí política o como diría el propio candidato presidencial Gustavo Petro, “en toda actividad humana hay una actitud política y somos humanos por ello”, así que hasta en los que dicen que son “apolíticos”, hay una posición política, lastimosamente pasiva, permisiva, y por ende, una posición política de indiferencia y complicidad.