El congresista arremetió contra Mauricio Jaramillo y su círculo cercano, acusándolos de maltratar el liderazgo de Olga Beatriz González y de marchitar las banderas del partido en la región.
La atmósfera política en el Tolima alcanzó un punto de ebullición tras las explosivas declaraciones del representante Juan Carlos Losada. Durante una entrevista en el programa “Voces de Poder” de El Irreverente Ibagué, el actual representante y candidato al Senado lanzó una ofensiva frontal contra la dirigencia tradicional. Sin rodeos, Losada identificó a Mauricio Jaramillo, Carlos Reyes y Julio Morato como los principales responsables de una cultura política regresiva. El legislador describió a estos veteranos como “misóginos” que han intentado socavar sistemáticamente los liderazgos femeninos en el departamento. Esta denuncia pública marca un punto de no retorno en las relaciones internas del Partido Liberal dentro del Tolima. Las acusaciones sugieren que existe un esfuerzo coordinado para silenciar voces que no se alinean con los mandatos históricos. Las palabras de Losada resonaron como un llamado a una transformación estructural profunda dentro de la colectividad roja. El ambiente de la contienda electoral de 2026 se ha encendido con este ataque directo al corazón del poder jaramillista.
El núcleo del conflicto reside en el presunto maltrato hacia Olga Beatriz González, fórmula política de Losada para la Cámara de Representantes. Según el congresista, el grupo liderado por Jaramillo ha orquestado una campaña de hostigamiento contra González por su negativa a someterse a sus controles. “No pueden entender que hoy los liderazgos de las mujeres también son valiosos en la política”, afirmó Losada ante los micrófonos regionales. El legislador recordó a sus adversarios que la sociedad ya no vive en los años cincuenta, época en que los señores dictaban cada movimiento. Para Losada, el ascenso político de las mujeres es una realidad que las castas tradicionales encuentran amenazante e intolerable. Esta crítica de género coloca a la facción jaramillista en una posición defensiva ante un electorado femenino cada vez más influyente. La defensa de González fue presentada como una batalla por la dignidad frente a una estructura de poder patriarcal.
Una de las metáforas más punzantes utilizadas por el candidato al Senado fue comparar a Mauricio Jaramillo con el expresidente César Gaviria. Losada aseveró que Jaramillo representa para el Tolima exactamente lo mismo que Gaviria para el liberalismo nacional: una fuerza de marchitamiento. En su visión, ambos líderes han logrado desgastar las banderas ideológicas del partido para favorecer intereses puramente burocráticos o personales. Describió la renuncia de Jaramillo a la colectividad como una maniobra “extraña” y carente de coherencia política elemental. A pesar de haber salido oficialmente, el veterano líder seguiría moviendo hilos y votos para candidatos alineados con el gavirismo nacional. Losada calificó este comportamiento como un afán desesperado por mantener el poder sin asumir las responsabilidades propias de la militancia. Esta comparación busca deslegitimar la posición de Jaramillo como referente de las ideas liberales en el territorio tolimense.
La retórica escaló aún más cuando Losada tocó el tema de los métodos utilizados por la vieja guardia para mantener su influencia. Acusó a los líderes tradicionales de abandonar la ideología para convertirse en simples “mandaderos” de estructuras externas cuestionadas. El congresista habló abiertamente de “tulas de plata” que estarían llegando al departamento para comprar conciencias y manipular la voluntad popular. Esta grave denuncia señala un sistema donde el poder financiero ha reemplazado al debate democrático y a la representación auténtica. Losada advirtió que estas prácticas son el principal obstáculo para la renovación que el departamento del Tolima necesita con urgencia. Al resaltar la llegada de grandes capitales foráneos, se posicionó como un rebelde que lucha contra la corrupción de las maquinarias.
El resultado inmediato de estas declaraciones es la fractura total de la relación entre Losada y el establecimiento liberal del departamento. Al usar términos tan severos, el congresista ha quemado los puentes para cualquier posible reconciliación o estrategia conjunta hacia el futuro. Esta división deja al partido en un estado de vulnerabilidad, enfrentando los comicios con dos facciones irreconciliables y enfrentadas. Por un lado se mantiene el jaramillismo tradicional intentando retener su base histórica, y por otro, un sector renovador liderado por Losada. La lucha interna por el voto rojo en el Tolima se definirá por estas acusaciones de misoginia y falta de ética. Los votantes tendrán que elegir entre la continuidad de los antiguos señores o la apuesta por los nuevos liderazgos propuestos. Este escenario de guerra interna podría favorecer a otras fuerzas políticas si el liberalismo no resuelve su crisis de identidad. La polarización dentro del partido parece haber llegado a su límite máximo tras esta incendiaria entrevista pública.
Al cierre de su intervención, Juan Carlos Losada dejó un mensaje claro y desafiante para la militancia liberal del departamento del Tolima. Instó a la comunidad a decidir si quieren seguir bajo la sombra de quienes tildó como marchitadores de ideales sociales. El candidato enfatizó que la dignidad de las mujeres en la contienda electoral debe ser un principio no negociable para cualquier partido moderno. La estructura jaramillista enfrenta ahora el reto de responder a estos señalamientos en un contexto de creciente escrutinio ciudadano. Mientras tanto, Losada continúa su campaña al Senado con una narrativa de ruptura total frente a las maquinarias políticas tradicionales. El desenlace de esta confrontación determinará si el liberalismo en el Tolima sobrevive como institución o desaparece como fuerza relevante. El ciclo electoral de 2026 en la región ha quedado oficialmente encendido por esta explosiva intervención en el programa Voces de Poder. La renovación o el marchitamiento definitivo son las dos opciones que el legislador ha puesto sobre la mesa.
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