Peligrosa y tristemente vienen cayendo algunos sectores de la sociedad colombiana en los corrales del sin sentido. Alimentados al no cultivar la diferencia y por la pereza de no pensar individual y críticamente sobre los temas transcendentales para la sociedad y el país.
Tal cual como lo dijera en la historia de Abel Sánchez, don Miguel de Unamuno, en este caso parece que hemos entrado de lleno al vicio histórico de la envidia y el cinismo. Y al facilismo, diría yo.
El claro ejemplo de lo que acontecerá el próximo mes de febrero lo dice todo. Un Gobierno central que quiere tramitar una reforma vital, literalmente hablando, para la vida de nosotros los colombianos, como es la reforma al sistema de salud, pero en las calles y no en el Congreso y las instituciones pertinentes para ello.
Una oposición que no ha dejado ni siquiera arrancar en firme a un Gobierno que por primera vez en 100 años no pertenece ni a las élites políticas o económicas del país y, por lo tanto, no es su empleado. Claro y que también quiere convocar a marchas y paros sobre supuestos y pareceres aprovechando las enormes metidas de pata, como las salidas en falso y mentirillas públicas ya descubiertas a la Ministra de Minas o el nombramiento de las parceras de la Primera Dama que no tienen los perfiles, los conocimientos ni la experiencia para cargos tan importantes.
Cada uno quiere parcelar su rebaño a punta de emociones, verdades a medias, mentiras, exageraciones y temores. Lo importante parece ser es confrontar y enfrentar. Generar ebullición de pasiones, anular razones y para ello accionar francotiradores en medios de información y bodegueros de las redes sociales. La consigna parece ser no hay que dejar tregua para pensar y razonar al colombiano, para informarse, decantar y analizar contenidos.
Lo importante es sacar a las calles, a punta de cuentos, a manadas enardecidas motivadas por energúmenos virtuales para que griten un libreto preestablecido. Fomentar un diálogo de sordos, con tal de sacar el mayor rédito político posible y ojalá con uno que otro conato de incendio.
Lo más lógico, sensato y serio si realmente lo que se quiere es una construcción colectiva de un cambio benéfico para todos, es que se conozcan los documentos, los textos a discutir de esa reforma y las demás que se vienen como la de pensiones, por ejemplo, para tener una base de estudio y argumentos a favor o en contra. El resto es carreta pura. De lado y lado es un simple llamado al rebaño para que entren juiciosos al corral, no se salten la cerca por ningún motivo, porque o si no palo y miedo es lo que hay.
Ante tan mentecata y ciega actitud de defensores nublados y opositores cegados, la tarea que nos corresponde a cada uno de nosotros desde nuestro círculo más íntimo, es no permitir que esas voces de falsos pastores los hechicen para que cada vez que silven o griten algunos amigos, familiares, conocidos o vecinos se desboquen a tropel gritando “beeeeee” con rumbo al montón donde la desorientación es mayor.