La coyuntura política en Ibagué nos ha dejado una reflexión inquietante: ¿qué tan alternativa es realmente la llamada “alternativa”? Parece que algunos de nuestros líderes políticos, quienes se autodenominan como la vanguardia del cambio, han caído en los mismos vicios que tanto critican.
En una campaña que debería centrarse en propuestas y soluciones para los problemas reales de nuestra ciudad, hemos sido testigos de una confrontación marcada por ataques personales, revanchismos y desgarramientos públicos. Ha sido una campaña que ha dejado poco espacio para el debate de ideas y ha dado demasiada importancia a desacreditar al adversario.
El enfrentamiento entre los diputados Renzo García y Marco Hincapié es emblemático de este desgaste. En lugar de destacar sus logros y propuestas, han parecido más interesados en demostrar quién de ellos ha sido más efectivo en su, supuesta, independencia. No parece haber lugar para la cooperación o un bien mayor en esta disputa, solo egos personales en juego.
Esta actitud fracturada, llena de egos y sectarismos, ha sido un cáncer que ha afectado a la izquierda en Ibagué durante años. Lamentablemente, en esta elección, no se ha logrado superar. La alternativa no ha sido capaz de presentar un frente unido y cohesivo que podría haber proporcionado una verdadera competencia al urtadismo y al barretismo.
La adquisición de una costosa propiedad por parte del diputado Renzo García, en los días finales de la campaña, plantea preguntas sobre la financiación de su candidatura. ¿De dónde provienen estos fondos? Los ciudadanos merecen respuestas claras.
Además, las denuncias de intromisión en la elección de la contralora departamental Carolina Giraldo, alguien muy cuestionada por tener una estrecha relación amistosa con Mario Castaño, el exsenador liberal sentenciado por el caso de las marionetas en entidades públicas, con la supuesta influencia en su elección del diputado Marco Hincapié, sólo contribuyen a la percepción de que esta “alternativa” está más cerca de lo que critica.
Es un panorama desalentador. Parece que la alternativa es más de lo mismo. Los oscuros pasados y los problemas judiciales pendientes de algunos de estos líderes no son un buen augurio para el cambio que tanto necesitamos en nuestra ciudad. La falta de una verdadera unidad y una dependencia falsa en lugar de un compromiso real con la mejora de Ibagué no hace más que aumentar nuestras dudas.
Es hora de que los ciudadanos dejen de confiar en una alternativa que parece no serlo. Debemos construir desde las bases una opción real para el cambio, una que finalmente libere a nuestra ciudad de los intereses políticos que han mantenido su progreso en un punto muerto. La política en Ibagué necesita desesperadamente una reevaluación, y somos nosotros, como ciudadanos comprometidos, quienes debemos liderar este proceso.