Por: Maryluz Biscue Urbano, Defensora de Derechos Humanos del Tolima
Si ser senador fuera un trabajo real, Óscar Barreto ya estaría despedido. Pero como en Colombia la política es el único negocio donde se puede cobrar sin trabajar, aquí sigue, acumulando riqueza y privilegios mientras el pueblo tolimense paga la cuenta.
Treinta inasistencias en el Congreso en un solo año. Treinta días de sueldo gratis cortesía de los impuestos de los ciudadanos que madrugan a trabajar. Treinta oportunidades para demostrar que legislar no es lo suyo, pero sí lo es engordar su fortuna.
El trabajo soñado: cobrar sin aparecer
En cualquier empresa, si un empleado falta sin justificación, lo sancionan o lo echan. En el Congreso, los senadores faltan sin dar explicaciones y siguen cobrando como si nada. Qué suerte tienen los políticos, ¿no?
No quieren ir al Senado, no importa, igual les pagan.
No presentan proyectos, no importa, igual son “padres de la patria”.
No representan a nadie, no importa, con que voten en bloque cuando se les ordene, es suficiente.
De político a millonario: el manual de Barreto
No es solo el senador más ausente, también es el más rico. Un título que no se gana con sudor, sino con un paso prolongado por la política. Porque aquí los congresistas no viven de sus sueldos, sino de algo mucho más rentable: los contratos, las influencias y el clientelismo.
¿De dónde viene su riqueza?
Porque si los salarios de los senadores fueran suficientes para volverse millonarios, todos los colombianos querrían un escaño en el Congreso. Pero no, la clave no está en el sueldo, sino en lo que no se ve: los “negocios”, los “favores”, los “acuerdos” en la sombra.
El Congreso: la empresa familiar más rentable
El Senado no es un lugar para hacer leyes, es un mercado de puestos y favores. Un sitio donde se reparten contratos como si fueran dulces y donde la meritocracia es un chiste malo. Y mientras tanto, Barreto, ausente, pero cobrando.
Porque aquí no importa si trabajas o no. Lo importante es pertenecer al club de los que siempre caen parados. Los que no pagan por sus errores, los que nunca rinden cuentas, los que pueden ausentarse un mes entero sin que nadie les diga nada.
¿Hasta cuándo seguiremos pagando su pereza?
Si el pueblo no paga impuestos, lo persigue la DIAN.
Si un senador no trabaja, le pagan igual y hasta le aplauden.
Así funciona la política en Colombia. Un sistema diseñado para proteger a los de siempre y que los ciudadanos sean solo financiadores de sus lujos y privilegios.
Óscar Barreto faltó a treinta sesiones del Congreso, pero no faltó ni un solo mes a su cuenta bancaria. Y mientras él sigue sumando ceros a su fortuna, los tolimenses siguen esperando soluciones que nunca llegan.
Porque para algunos, la política es sacrificio. Para otros, es simplemente un excelente negocio.