La senadora del Centro Democrático, Paloma Valencia, ha reiterado sus vínculos con el Tolima durante años, pero sus acciones concretas en beneficio de la región brillan por su ausencia. Mientras refuerza su discurso de oposición al gobierno nacional, su aporte real al desarrollo del departamento sigue siendo cuestionado.
Paloma Valencia ha construido su narrativa política afirmando que el Tolima es tierra de sus raíces y que desde el Congreso tiene voz y poder de decisión sobre los destinos del departamento. Sin embargo, tras varios periodos en el Senado, los resultados tangibles en inversión y gestión regional son prácticamente nulos. No hay obras que la respalden, ni iniciativas legislativas de alto impacto asociadas directamente al Tolima, lo cual genera dudas sobre su verdadero compromiso con la región.
Durante su paso tanto por las bancadas del gobierno como desde la oposición, la senadora ha sido constante en sus apariciones mediáticas y discursos ideológicos, pero escasa en resultados. No se le reconocen proyectos específicos de desarrollo ni logros presupuestales que beneficien a municipios que enfrentan rezagos históricos en infraestructura, educación y salud. El Tolima ha sido para ella más un argumento electoral que una prioridad legislativa.
Uno de los principales rostros del uribismo en el departamento es el diputado Felipe Ferro, quien actúa como su aliado político en la región. Pero al igual que Valencia, Ferro se destaca más por sus declaraciones en redes sociales y su constante oposición al gobierno de Gustavo Petro que por presentar propuestas concretas o liderar procesos transformadores en la Asamblea Departamental. Su visibilidad contrasta con la poca efectividad de sus acciones.
La senadora y su bancada han hecho del discurso anti-Petro su bandera política, aunque eso no ha significado beneficios para sus electores. La crítica permanente al gobierno nacional parece ser su único argumento, mientras el desarrollo regional se estanca y las comunidades siguen esperando gestiones que se traduzcan en hechos concretos. La ciudadanía comienza a cuestionar si ese estilo de hacer política, basado en la confrontación, es realmente útil para resolver los problemas del Tolima.
De cara a las elecciones legislativas de 2026, el Centro Democrático enfrenta una pérdida de credibilidad en la región. Sus listas para la Cámara aún no se consolidan, y los niveles de respaldo ciudadano han disminuido frente a la falta de liderazgo y resultados. El desgaste del uribismo, que antes se mostraba invencible, ahora se enfrenta a un electorado más exigente y escéptico.
Además, la figura de Álvaro Uribe Vélez, otrora bastión de este partido, atraviesa un momento judicial delicado con el proceso penal que impulsa el senador Iván Cepeda. Este contexto agrava la imagen del Centro Democrático, que ya no logra capitalizar como antes el discurso de orden, seguridad y patria. Paloma Valencia, quien se presentaba como su heredera política, ha perdido protagonismo frente al silencio de sus acciones y el ruido de sus palabras.
Finalmente, el Tolima parece haber sido utilizado por Valencia como un recurso electoral más que como una prioridad política. La región necesita menos retórica y más ejecución. La ciudadanía está tomando nota y exigirá cuentas. Si la senadora pretende seguir usando al departamento como su bastión, primero deberá demostrar con hechos lo que tanto proclama con palabras.