Aunque no todo está dicho, sí se ha expresado lo suficiente.
Razón de más para que, sin abandonar el necesario análisis de ese hecho trascendente, sí nos ocupemos de sus conexos y auscultemos si de verdad hemos aprendido algo nuevo para afrontar lo que hoy ya no es una teoría sino una realidad: La nueva normalidad. Que claro, no es tan nueva ni tan normal.
Precisamente este nuevo tiempo nos debe obligar a no llamarnos a engaños y asumir de una vez por todas que el tapabocas, el distanciamiento social, la higiene de manos y en general los protocolos llegaron para quedarse, lo mismo que los confinamientos y cuarentenas así no nos gusten y nos neguemos tercamente a asumirlas. ¿De qué hablo? pues de las realidades conexas al coronavirus, como sus nuevas cepas: la brasilera y la británica que ya comienzan hacer estragos y según los “papers” científicos especializados, sobre ellas existen más incertidumbres que certezas. Lo real de todo ello es que ya sabemos que Inglaterra hace pocas semanas tuvo que decretar confinamientos estrictos de nuevo, Alemania en una tercera ola igual para unas zonas y así casi toda Europa.
Lo más reciente es que Italia –por la cepa británica- en su gran mayoría volverá a confinamiento a partir de hoy hasta el próximo 6 de abril, porque 11 de sus 20 regiones son zonas rojas, debido a que el número semanal de contagios superó los 250 por 100 mil habitantes y solo la semana anterior superó las 100 mil muertes por Covid. Dicen que algo así como 26 mil nuevos contagios y 380 muertes en 24 horas. Y eso que allí se han vacunado 1.8 millones de habitantes de 60 millones que son. Situación que consideran demasiado lenta.
Precisamente esto nos lleva a una reflexión sobre nuestro propio panorama colombiano. Pues aunque según las cifras oficiales esta semana que pasó se lograron vacunar 50 mil personas, no es suficiente, porque en los datos que se han conocido y son estimados por los expertos, deberíamos estar vacunando por lo menos 100 mil compatriotas por día, para poder terminar la vacunación a mediados del año entrante.
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Y ello sin enfrentar aún la llamada tercera ola que se sabe que llegará, ni a las nuevas variantes de la cepa que hasta ahora se conocen, ni saber si se presenten otras. Razón de más para pedir entre todos que la vacunación se acelere al máximo, que se junten todos los esfuerzos y tomen las decisiones de una vez. Por lo cual, me uno a las voces expresadas hasta ahora – e invito a que más se sumen- de que debe dejarse de lado el innecesario debate de si los privados deben entrar a colaborar con el plan de vacunación, comprar vacunas y aplicarlas, una propuesta audaz del senador tolimense Miguel Barreto; pues claro, si se necesita. No centrarnos en si esa propuesta fue mía o suya, de venga me la atravieso porque no se me ocurrió a mí o se me pasó, como vimos en bochornoso espectáculo desde la hoguera de las vanidades a algunos políticos frente a la iniciativa. Si no más bien concentrarnos en el detalle de ¿cómo sería? ¿Cuál el camino normativo más expedito para hacerlo? ¿Qué tipo de privados? ¿Cuáles entidades? ¿Para vacunar su propio personal y sus familias? ¿Si por ello se les rebajan impuestos? –claro, si a los bancos y multinacionales ya se les dan gabelas por todo, pues por esto si ameritan tenerlas. ¿Será de venta libre al público? ¿Cuál el precio máximo regulado al comprador final? ¿Quién supervisará compra y aplicación? ¿Dónde y quién puede aplicarlas y bajo supervisión de que expertos en el área de la salud? En fin. Si de lo que se trata es afrontar una nueva realidad, pues lo más coherente es actuar desapegados a la vieja, y hacerlo con más prontitud, pragmatismo y efectividad en todos los aspectos de la vida comunitaria, pero en especial en la salud, porque entre más rápido avancemos allí más pronto iniciaremos la necesaria reactivación económica y social a la nueva normalidad que afrontamos y de mejor forma nos iremos adaptando. Privadas o públicas son vacunas. ¡Aplíquenlas!