La constitución del 91 estableció que el municipio es la entidad fundamental del Estado. Esto sin embargo, ha devenido en poesía. La ‘Nación’ sigue pensando como Luis XIV, que ‘el Estado soy yo’, y persiste en gobernar el país desde las alturas bogotanas y con desprecio casi absoluto por las regiones. En un alto porcentaje del total de municipios colombianos la vida es un mundo de soledades y subdesarrollo, en donde no hay Estado, ni mercado, y en los cuales la sociedad vive amenazada por actores ilegales armados y mafias políticas.
Sólo en 49 municipios de los 1.122 hay actividad económica significativa. Quedarse en los pueblos es resignarse a la pobreza, el atraso y condenarse a vivir sin oportunidades. Cerca del 90% de los municipios son de sexta categoría. Lo peor del cuento es que la ley homogeniza los municipios y no hace distinciones geográficas ni de vocaciones económicas. Por ejemplo, todos los municipios deben tener alcalde y concejo, y es tal el centralismo que es la ‘Nación’ quien les dice a los alcaldes cuántos habitantes tienen sus municipios. Estos no pueden llevar ni siquiera su contabilidad demográfica, fundamental para trazar y ejecutar políticas públicas.
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La cultura centralista consagrada en la constitución de 1886 domina a los partidos políticos y a las élites gobernantes. El resultado es pobrísimo. A los hechos me atengo. En un altísimo porcentaje de los municipios no hay justicia, no hay seguridad, no hay educación, no hay empleo, no hay salud, no hay desarrollo, no hay vías terciarias. Lo único que abunda es la corrupción y la politiquería. Por ello el sueño de millones de personas es irse de su pueblo y si pudieran, del país. Cómo cambiar esto.
Lo primero es devolverles a los ciudadanos que sufren el atraso y el abandono el manejo de su propio destino, pues los políticos han secuestrado la democracia local a través de mecanismos de subyugación, como los famosos ‘avales’, y creado requisitos incumplibles para la ciudadanía que desea participar. Por ello, salvo contadas excepciones, solo participan del proceso electoral los ganapanes y áulicos de políticos profesionales, a quienes pueden manipular y corromper.
Si soy elegido senador, presentaré un proyecto de reforma política y electoral que incluya la eliminación de avales a escala local, a fin de que sea posible inscribirse para alcaldías, concejos y ediles sin pasar por el tamiz partidista. La democracia local no es monopolio de los partidos, es un derecho constitucional de los ciudadanos, que son el principal sujeto político de la democracia participativa. Necesitamos mujeres y hombres libres que puedan liderar el cambio social y político desde la base, no borregos ni cómplices. El país hay que reconstruirlo de abajo para arriba.
Recuperar la democracia local y profundizar en ella, tiene que ser una prioridad nacional. Por ello y para ello me la juego toda. Sin reservas.