Edgar Romero Macías, Segundo Vicepresidente de FECODE
La reforma es una oportunidad de reconocimiento de buenas condiciones para trabajar, de libertad para disfrutar del fruto del trabajo realizado, de libertad para poseer, libertad para el potenciar sin límite de oportunidades.
Lo que viene sucediendo en el contexto colombiano relacionado con el debate nacional sobre la reforma laboral, entre el Congreso de la República, el Gobierno Nacional y muchos sectores de la sociedad, debe ampliarse a lógicas y dinámicas más allá de disputas o tensiones por el articulado de la misma o por la decisión del Gobierno Nacional y del pueblo de conseguir su aprobación a través de una consulta popular, si no se logra conciliar el texto de la Cámara.
Desde el punto de vista político, la mayoría de integrantes del Congreso ha perdido credibilidad frente a la opinión pública, pues es evidente que si hoy se está debatiendo, fue por la iniciativa del Gobierno Nacional en cabeza del Presidente de convocar a una consulta popular, mecanismo constitucional legítimo que la elite política y económica paradójicamente, cuestiona. De hecho, la reforma había sido archivada por 8 senadores; este episodio será un karma para los confundidos congresistas de fuerzas políticas tradicionales frente al pueblo y la clase trabajadora.
Sin embargo, su mezquindad, arrogancia y torpeza continúan al colocar en el actual texto los tradicionales “micos” (contrato por horas, entre otros) que serán usados por los grandes empresarios, ricos y megaricos para seguir negando derechos, negando libertades y acumulando plusvalía del trabajador para sus intereses. Puede más el poder de quienes financian sus campañas que la sensibilidad por quienes incluso los eligen; les resbala las necesidades del pueblo trabajador.
Sin embargo, tienen un gran problema, y es que el pueblo va despertando cada vez más. Las redes permiten la información que los medios tradicionales ocultan, y este hecho hará que se les empiece a complicar la decisión. Gobierno y pueblo no les van a permitir cualquier reforma; será entonces el cálculo político el que, con el pasar de los días, hará doblegar a muchos de ellos, y la cercanía a las elecciones medirá ese cálculo si el pueblo continúa movilizado.
La reforma y la consulta popular se están convirtiendo en lo que Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía, denomina en su libro “El camino de la libertad”, la economía y la buena sociedad, por su connotación en este levantamiento, en un acto de dignidad y libertad reconocida por el Gobierno, por la sociedad e incluso por el buen empleador, pero obstaculizado por otros poderes del Estado.
La reforma es una oportunidad de reconocimiento de buenas condiciones para trabajar, de libertad para disfrutar del fruto del trabajo realizado, de libertad para poseer, libertad para el potenciar sin límite de oportunidades. Desde la expedición del Código Sustantivo del Trabajo y la Ley 789 del 2002, limitaron esas posibilidades y muchos trabajadores se han enfrentado a situaciones extremas de necesidad y miedo; no son libres, no han tenido vida plena, limitados por el hecho de haber nacido pobres, sin oportunidades para salir de la pobreza.
La reforma también es la conquista de la equidad, la justicia y el bienestar, conceptos que corrientes de pensamiento político y económico no permiten, enlodados en un capitalismo desatado que restringe y esclaviza la vida. Se necesita insistir y entender que una sociedad buena no es libertad para los lobos; muerte para las ovejas, por lo contrario, es buscar el beneficio de todos.
Una sociedad buena es la que razona por un sistema económico, político y social justo, que aumente el bienestar del mayor número de personas, Stiglitz lo define como un “capitalismo progresista” dispuesto a sacrificar acumulación por distribución, consideración que lamentablemente los megaricos criollos no comprenden, ni están dispuestos a ceder, usando a los congresistas para evitar que sus intereses se compartan.
Esperemos un buen desenlace de este hecho , un final feliz, de lo contrario, la consulta popular seguirá el camino de lograr dignidad, libertad y justicia, más allá del derecho de los trabajadores, porque estoy seguro, de que la reforma o la consulta serán el vehículo para derrotar a quienes creen que el país es su finca y la pueden manejar a su antojo. El debate para el gobierno y el pueblo ya es ganancia; es una batalla política, cultural y económica que se deslinda del sometimiento, por vientos de cambio, están logrando la convergencia de ideas dignas y libertarias.