Durante las festividades de San Juan y San Pedro, Andrés Hurtado y Óscar Barreto evitaron compartir escenarios con Johana Aranda y Adriana Matiz, lo que ha despertado rumores sobre una fractura política en el barretismo.
Las tradicionales fiestas de San Juan y San Pedro en el Tolima no solo dejaron ver el colorido folclor y la alegría popular, también evidenciaron un distanciamiento simbólico en las alianzas políticas que habían marcado la última década en el poder regional. Andrés Fabián Hurtado y Óscar Barreto, líderes del llamado “barretismo” y “Hurtadismo”, sorprendieron al no aparecer en actos públicos junto a la alcaldesa de Ibagué, Johana Aranda, ni la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz, ambas figuras respaldadas por ellos en elecciones recientes.
Este inusual alejamiento ha generado toda clase de especulaciones en los círculos políticos locales. Mientras Hurtado presenció los desfiles de San Pedro desde un palco alejado al de Aranda, Barreto prefirió celebrar en El Espinal, acompañando al alcalde Wilson Gutiérrez y a su equipo, sin una sola mención a Matiz, su ficha política en la Gobernación del Tolima.
En sus redes sociales, ambos líderes evitaron toda referencia a las dos mandatarias. “Con nuestro presidente de la Asamblea del Tolima acompañando al pueblo de El Espinal”, publicó Óscar Barreto, dejando clara su preferencia en medio de un ambiente que muchos catalogan como de tensión silenciosa. Andrés Hurtado, por su parte, optó por destacar la tradición folclórica sin nombrar a Aranda aunque en otro espacio ya más político le dijo sutilmente “tonta”; con quien solía compartir palco y protagonismo en eventos similares.
La ausencia de imágenes conjuntas y de pronunciamientos coordinados es significativa, especialmente en un escenario donde las fiestas se han convertido históricamente en plataformas de unidad y visibilidad política. Analistas locales advierten que esta ruptura simbólica podría marcar un punto de quiebre en el bloque Barretista y Hurtadista, en el surgimiento de nuevas estrategias de poder rumbo a las elecciones legislativas y regionales.
La situación ha generado preocupación entre los seguidores del movimiento, quienes temen que estas fracturas internas terminen debilitando su influencia territorial. A lo largo de los últimos años, el barretismo ha logrado mantenerse fuerte gracias a su cohesión interna, pero esta aparente división podría cambiar el panorama político del Tolima.
No hay, hasta el momento, comunicados oficiales que confirmen una ruptura definitiva. Sin embargo, el silencio de ambas partes refuerza la hipótesis de un enfriamiento político que podría derivar en nuevas alianzas, reacomodos estratégicos y un reordenamiento de fuerzas dentro del conservatismo tolimense y sus vertientes.
Esta distancia también podría obedecer a cálculos electorales. Con la mirada puesta en las elecciones al Congreso en 2026, tanto Hurtado como Barreto podrían estar buscando oxigenar sus imágenes y deslindarse de los gobiernos actuales para evitar cargar con su desgaste. En ese contexto, tomar distancia podría ser más una jugada táctica que un distanciamiento emocional o político.
Sin embargo, otros sectores interpretan el gesto como un síntoma de descontento real. Los cuestionamientos a la ejecución de las actuales administraciones, sumado a roces internos y nuevas ambiciones dentro de los equipos políticos, podrían estar alimentando un proceso de ruptura que ya no se puede ocultar.
La historia reciente del Tolima está marcada por giros de poder, realineamientos estratégicos y pugnas internas entre líderes que alguna vez marcharon juntos. Estas fiestas, más allá de la danza y la tradición, podrían haber sido el escenario del inicio de una nueva recomposición política favoreciendo a otros sectores que ven una oportunidad de tomar el poder de la región, respondiendo a dinámicas nacionales.