Estudiantes del CAT Kennedy (modalidad a distancia) y del campus presencial critican duramente al docente Jhon Faber Martínez y cuestionan la validez de la acreditación de alta calidad de la Universidad del Tolima, alegando métodos pedagógicos obsoletos, desorganización y ausencia de pensamiento crítico.
Desde el Centro de Atención Tutorial (CAT) Kennedy, modalidad a distancia de la Universidad del Tolima, ha surgido una fuerte denuncia sobre lo que estudiantes califican como una “decadencia disfrazada de prestigio”. Las críticas apuntan especialmente al docente Jhon Faber Martínez y se extienden hacia la estructura educativa de la institución, que ostenta una acreditación de alta calidad que muchos consideran solo una fachada.
La carta, que se ha difundido entre estudiantes y docentes, señala que hablar de “alta calidad” en la Universidad del Tolima parece hoy una ironía. Aseguran que los principios fundamentales de una educación superior crítica y transformadora —como los propuestos por Paulo Freire o Henry Giroux— han sido reemplazados por prácticas autoritarias, pedagógicamente retrógradas y desorganizadas.
En el centro de la denuncia está el profesor Jhon Faber Martínez, descrito como un burócrata del aula que no planea, no argumenta, no enseña. “Solo se sienta a leer fotocopias sin levantar la mirada”, dicen los estudiantes, quienes afirman que sus clases consisten en exposiciones sin guía ni discusión, en un formato que más parece una caricatura de la educación que una formación universitaria seria.
La crítica no se limita a un solo docente. También se expone una problemática generalizada en la modalidad presencial, donde estudiantes denuncian la ausencia constante de profesores y la utilización de exposiciones como único método de evaluación. “No hay clases reales, solo PowerPoints”, aseguran.
Este modelo educativo, que debiera fomentar el pensamiento crítico, la co-construcción del saber y la argumentación, según los denunciantes, ha sido reemplazado por una lógica “medieval”, donde el docente es el oráculo y el estudiante un simple receptor. “¿Cómo se puede hablar de alta calidad cuando se sigue sosteniendo esta lógica?”, cuestionan.
Además, se cuestiona el sistema de asignación académica, señalando que muchas veces los docentes obtienen cargas sin mérito académico ni pedagógico, sino por “rosca” o afinidad política. “¿De qué sirve la planeación institucional si se deja en manos del clientelismo?”, reclaman.
La denuncia también pone en duda la legitimidad de la acreditación de alta calidad otorgada a la Universidad del Tolima. “El certificado está vacío de contenido, y en lugar de premiar la excelencia, legitima la mediocridad”, señala el texto, que ha sido compartido de manera anónima por estudiantes del programa de licenciatura en modalidad distancia.
Los estudiantes exigen una transformación real del modelo educativo y una rendición de cuentas por parte de la dirección académica. “Queremos educación real, no esta farsa adornada con palabras bonitas y sellos institucionales”, concluye el comunicado.
Por ahora, la Universidad del Tolima no ha emitido un pronunciamiento oficial frente a estas denuncias, pero la presión estudiantil crece, y con ella, la exigencia de que la “alta calidad” deje de ser un eslogan y se convierta en una práctica tangible.