Por: Marco Prieto, Excandidato a la Gobernación del Tolima, UP.
El M-19, desde hace más de 30 años, ha sido una fuerza política dentro de la democracia colombiana. A pesar del asesinato de su candidato presidencial y de la persecución política a sus integrantes, ha mantenido una participación activa en la vida pública.
Es importante recordar que las tensiones y conflictos entre el M-19 y las FARC, así como con otras agrupaciones, han sido una realidad histórica. Sin embargo, ciertos sectores insisten en agrupar todas estas experiencias en un solo relato conveniente para discursos guerreristas.
En este contexto, se debe mencionar que Eber Bustamante Buenos, excomandante del M-19 y figura clave en la transición del movimiento a la vida política, es considerado como el “papá político” de Gustavo Petro, y junto a otros exguerrilleros, incluidos quienes participaron en la toma de la Embajada de República Dominicana, así como exmiembros del EPL y del Partido Comunista vinculados con las FARC, TRABAJARON con Álvaro Uribe Vélez, que también realizó acuerdos y alianzas político-electorales con grupos sindicales y organizaciones que militaban en la izquierda radical.
A pesar de las críticas que se le hicieron, incluso a los procesos de paz con los paramilitares (negociaciones llevadas a cabo a puerta cerrada y con un costo de 10 billones de pesos, con menos del 30% de cumplimiento según un informe de la Contraloría en marzo de 2017) , estos esfuerzos fueron respaldados desde nuestra perspectiva, con el debido acento vigilante, pues para eso está la política: para hacer que el conflicto trascienda de manera civilista y en paz, no mediante el uso de las armas.
Desde una perspectiva histórica, William Ospina – quien muy orondo se subió sin rubor a la rodolfoneta- ha señalado, con excelsa precisión, que la violencia en Colombia no fue simplemente un enfrentamiento entre liberales y conservadores, sino entre liberales pobres y conservadores pobres. El conservatismo, en su momento, traicionó a los primeros paramilitares del país, los llamados “chulavitas”, en el Valle del Cauca y a sus dirigentes. De la misma manera, el Partido Liberal retiró su respaldo a las guerrillas que había promovido en los Llanos, lo que resultó en la ejecución de líderes como Guadalupe Salcedo, quien fue asesinado en Bogotá. En Tolima y otras regiones, antiguos guerrilleros liberales se convirtieron en perseguidores de comunistas, consolidando un proceso de traiciones políticas que marcaron la historia del conflicto.
El fanático empobrecido, siempre cegado de odio, sirviendo a su eterno verdugo, prefiere ignorar estos antecedentes y victimizarse para justificar discursos guerreristas, a pesar de que en ciertas regiones, como en el caso concreto de Chicoral, el M-19 no tuvo un impacto militar significativo como guerrilla, luego sí positivo como participante de la constituyente.
Ojalá algún día estas personas apelen a la verdad y comprendan la necesidad de la paz y del perdón.
Porque si hay alguien que no merece perdón, es ese mismo poder que, oculto tras bastidores, ha robado los dineros del pueblo, apropiándose de la salud, las pensiones y las garantías sociales de los colombianos durante más de 30 años.
Y lo más preocupante es que, en lugar de ser juzgados por decencia y coherencia, siguen siendo aplaudidos en la sombra.
¡ALERTA PUEBLO! @destacar la vigencia de esta consigna.