Como se puso de moda hablar de la Casa del Tolima en Bogotá y su posible cierre, no podemos pasar de largo en el asunto. Por su puesto, nadie quiere que la región se queda sin un espacio físico para promocionarse, venderse y hacerse visible, y eso no está en discusión. Hay que buscar es la manera de mantenerla abierta sin tantos aspavientos. Y eso pasa por plata e inversión, el resto es más de lo mismo: lamentos.
Con la Casa del Tolima, en la opinión pública de nuestra región, pasó –guardadas las proporciones- lo mismo que cuando perdimos los colombianos parte del mar y la plataforma marítima en San Andrés y Providencia a manos de Nicaragua; antes a nadie le interesaba o tenía fuera del radar el asunto, pero apenas el hecho se dio, se vino la consabida “indignación” y el “dolor de patria”. Este tema de la Casa recuerda también la famosa novela de Julio Jiménez, que antes de que la matarán, nadie conocía ni le interesaba la tal Bety, pero después del hecho todo el mundo se preguntaba, pregonaba y exclamaba: ¡porque mataron a Bety si era tan buena muchacha!. En eso, sin duda, hay algo de nuestra consabida hipocresía cultural sobre todo en los “liderazgos”. Ahora el grito es: “¿por qué cerrar la casa del Tolima? ¡Oh Dios! Se muere una parte nuestra”, pero nadie ni la usaba, ni la determinaba ni le interesaba si se caía a pedazos.
El asunto es mucho más sencillo de resolver de lo que se cree. Pasa con que la Gobernación del Tolima gire de una o haga un acuerdo de pagos de la deuda, que según la Cámara de Comercio de Ibagué, esa institución le debe. Así mismo, que la CCI, en vez de estar pensando en negocios e inversiones para comprar edificios más caros de su posible valor real, pues esa platica de esos negociados, la invierta para mantener activa dicha casa tolimense del barrio La Merced en la capital del país.
- Puede leer: Democracia de espectadores
De la misma manera, que el grupo de notables que con justa razón ha expresado su profundo “dolor tolimensístico” por la situación, cada uno de los firmantes aporte escasos tres millones de pesos por año para el mantenimiento y sostenimiento del inmueble y su personal. Ahí, ya habría, una base financiera, sin duda alguna.
Igualmente, que los medios de comunicación, en cantidades más pequeñas hicieran lo mismo, y en contraprestación usen el inmueble para algunas actividades periodísticas, comerciales o administrativas cuando requieran hacer presencia en Bogotá.
Así mismo, la salida está en buscar patrocinadores, auspiciadores o benefactores. Que, por ejemplo, las cadenas de supermercados nuestros se hicieran cargo de pagar el recibo de agua durante un año, las empresas de marcas de confecciones y diseños, el servicio de gas; la que nos suministra la energía aquí, que pague el recibo anual allá. Y Así sucesivamente. Los gremios económicos y demás entidades del sector privado cubrir el gasto del personal de aseo o jardinería; la o las personas (no más de 2) de administración, otra entidad. Incluso que la Agencia de Promoción e Inversión funcionara desde allí con gasto el erario público en un porcentaje y a los empresarios en otro, como ya se propuso por ahí.
Igualmente, que las agendas de eventos comerciales y culturales 2022 que requieren la respectiva promoción, evento, rueda de prensa o negocios en la capital del país, pues de una vez paguen el alquiler del espacio en la Casa para los mismos: Ibagué Negocios y Moda, Festival de la Música Colombiana, Festival Folclórico Colombiano y un largo sin número de etcéteras, a quienes siempre se les ha aportado.
- Puede leer: No más Armero
La Gobernación del Tolima, la Alcaldía de Ibagué, otras alcaldías, entidades públicas e incluso universidades que así lo requieran, hagan un contrato especial de pago por evento, como funciona hoy en el mundo de los negocios, girando anticipadamente e ir descontando cuando se ejecuten o pagar cuando el mismo se produzca –por aquello de los hechos cumplidos- para permitir fluidez de caja al sostenimiento de la Casa.
También, apostar por el coworkign, compartir y arrendar espacios de trabajo a profesionales independientes, autónomos o freelancers de los que abundan en Bogotá, lo cual se puede promocionar entre la propia colonia tolimense de la que nos jactamos de que sea la primera o segunda más grande en la metrópoli. Se comparten gastos básicos de alquiler o de internet, sencillo.
Igualmente, dar con la Casa del Tolima un paso a la modernidad en lo On Line, convertirla también en lugar virtual de promoción y vitrina, con una buena plataforma y que se complemente con su tienda física de productos tolimenses –en depósito-, es decir, hacer de la Casa una convergencia híbrida virtual-física. Ahí mi contribución y si hay que poner alguito en una mesa donantes me cuentan. El resto es pretender que sigamos con la misma fórmula que generó el problema. Paisanos, seamos serios.