El tamal tolimense, más que un simple plato típico, es un símbolo de identidad cultural, historia y tradición que reúne generaciones alrededor de la mesa. Las recientes declaraciones del Doctor Jorge Enrique Bayter, quien calificó este manjar como “una mierda”, han generado una justificada ola de indignación en el Tolima y otras regiones que valoran la riqueza culinaria del país. Estas palabras no solo desprecian un alimento, sino también el trabajo, esfuerzo y creatividad de miles de familias que dependen de su preparación.
La gastronomía es un vehículo de memoria colectiva. En el Tolima, el tamal trasciende lo culinario y se erige como una experiencia cultural. Cada ingrediente, desde el arroz hasta la envoltura en hoja de cachaco o platano, cuenta una historia de arraigo y resistencia. Criticar de manera vulgar este plato es ignorar su relevancia como patrimonio de una comunidad.
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Además de su significado cultural, el tamal tolimense ha sido reconocido internacionalmente. La plataforma Taste Atlas lo catalogó como el mejor tamal del mundo, superando incluso al tradicional tamal mexicano. Esta distinción no es gratuita, sino el resultado de una receta que ha perdurado gracias a la pasión y dedicación de quienes lo preparan con orgullo.
Es preocupante que figuras públicas e influenciadores recurran a expresiones despectivas que pueden afectar la percepción de productos locales. Más allá de cualquier debate sobre salud o nutrición, es fundamental reconocer que cada alimento típico encarna una riqueza inmaterial que no puede medirse únicamente por sus componentes.
El tamal tolimense es también el sustento de cientos de familias que encuentran en su preparación y comercialización una forma de vida. Denigrar este plato afecta indirectamente a quienes han hecho de esta tradición una fuente de ingreso. Por ello, es imperativo defenderlo como parte integral del tejido social y cultural del Tolima.
Como sociedad, debemos apostar por el respeto y la valoración de nuestras tradiciones. El tamal tolimense no solo es un plato, sino un legado que trasciende fronteras. Defenderlo es preservar la identidad y el orgullo de un pueblo que encuentra en sus sabores una forma de contar su historia.