Antes que nada permítanme sumarme al regocijo colectivo tolimense por la tercera estrella de nuestro vinotinto y oro. Felicitaciones a los muchachos, al profe Hernán Torres, a Camargo y a todos los patrocinadores que hacen posible el SGDT nos dé este tipo de alegrías. Somos COMPEONES, papapapapapaa. Ahora sí.
No es amenazando ni intimidando como se construirá un nuevo y mejor país. Es erradicando esas conductas mafiosas de amenazar, intimidar, perseguir y hasta matar, que se filtraron en la vida pública y oficial colombiana de la mano de políticos, hoy todavía vigentes, quienes llegaron a puestos públicos y cargos de elección popular respaldados y financiados por los narcotraficantes, los traquetos, sus blanqueadores de dinero y los lavaperros. Sobre lo cual hay amplias y serias investigaciones en Colombia.
No se puede normalizar ni minimizar la amenaza al disenso, a la protesta, a la expresión contraria, a la manifestación pública y abierta, porque ese es el camino más expedito para cosechar el caos, el terror, la inmoralidad, la violencia y la muerte. Por eso, lo ocurrido con el movimiento juvenil de Chaparral, al sur del Tolima, debe tomarse en serio, no ocultarse ni minimizarse.
Un colectivo de jóvenes que espontáneamente, en el marco del movimiento ciudadano de indignados que recorre el país desde el pasado 28 de abril, se juntaron para hacer visibles sus necesidades y las de muchos de sus conciudadanos exigiendo más resultados concretos a la administración municipal y menos discursos o anuncios a la clase tradicional, así como espacios de diálogo, discusión y concertación sobre la implementación de planes y programas contenidos en el plan de desarrollo municipal. En nueve puntos resumieron sus peticiones un grupo de licenciados, ingenieros, administradores, comunicadores, entre otros, de diversas corrientes y pensamientos que alcanzó a reunir hasta a 50 jóvenes en el Parque de los Presidentes de esa localidad para discutir y analizar su futuro y propuestas; municipio que ha dado, a propósito, tres presidentes a esta nación (Melo, Murillo Toro y Echandía).
Ese grupo juvenil comenzó a captar la atención de distintos sectores y tener respaldo ciudadano, debido a que con actividades lúdicas y culturales en el parque central y con el “paro el barrio”, llevado a canchas y espacios abiertos, se le dio el micrófono a quien quisiera expresarse o proponer algún tipo de alternativas para mejorar las condiciones de vida los chaparralunos. Pero, entonces y al tomar más fuerza sus reclamos de soluciones reales y las inconformidades, comenzaron a llegar los mensajes de texto a sus celulares de contactos desconocidos con: “está hablando de más”, “váyase del pueblo”, “cállese o váyase” “sea prudente o si no ya sabe”, narró uno de los jóvenes amenazados.
Es más, las noches que estuvieron en el plantón permanente en el parque principal se hicieron recurrentes las visitas de personas extrañas al movimiento a “darles vueltas”. A preguntarles quiénes eran, cuántos eran, de dónde eran, quiénes supuestamente eran de “la primera línea”, quién o quiénes eran los líderes y hasta dónde vivían. De lo que se pudo conocer por lo menos cuatro de los jóvenes fueron amenazados o víctimas de seguimiento.
Por eso, a Fabián, Julián, Cristian, José, Eduardo, María o como se llamen hay que rodearlos, respaldarlos y no dejarlos solos para que sientan que es posible que puedan hacer uso de su derecho de expresión, de exigir, de denunciar, de no tragar entero, pensar por sí mismos, sin que por ello corran riesgo sus vidas. Digo lo de Chaparral, porque si no se pone coto a este tipo de malas acciones, vengan de donde vengan y no se establecen responsables, entonces veremos que lo mismo pase en Ibagué, en Líbano, en Mariquita, en Honda o Cajamarca o donde los jóvenes tienen el deber moral y civil de pedir cuentas públicas a la dirigencia y expresar su inconformismo.
A todas luces se requiere claridad de parte de la Alcaldía municipal, de la Policía, del Ejército, de la Secretaría del Interior del Tolima sobre lo que está pasando, pero sin el viejo libreto de investigación en profundidad, respeto total y bla, bla y bla en lo que todos sabemos son expertos. Por ello, también se requiere que entidades que gozan de mayor credibilidad y prestigio como la Defensoría del Pueblo, La Personería, la Procuraduría, el Comité de Derechos Humanos del Tolima y aún la Fiscalía indaguen sobre esas amenazas, que sin duda fueron un detonante para que ese movimiento juvenil que estaba siendo referente regional redujera su accionar y se hiciera menos visible de unos días para acá. Así no es. Así no se construye unión ni paz.