En un giro inesperado dentro del conflicto armado en el Catatumbo, alias JJ Guaracas, cabecilla del Frente 33 de las disidencias de las FARC, decidió entregarse voluntariamente al Ejército Nacional. La razón principal de su rendición fue el temor a ser asesinado por el ELN, con el que mantiene una disputa violenta por el control territorial en la región.
El enfrentamiento entre estos dos grupos ilegales ha escalado desde el pasado 16 de enero, generando una crisis de seguridad en los municipios afectados. Ante el peligro inminente, JJ Guaracas llegó junto a otros cuatro integrantes de su estructura hasta un destacamento militar, donde solicitó protección del Estado y entregó un arsenal de guerra.
Este cabecilla es señalado por múltiples delitos, entre ellos homicidios, secuestros y ataques armados en los corregimientos de Las Mercedes (Sardinata), Pacelli (Tibú) y El Zulia. Durante más de 12 años, evadió a las autoridades, consolidando su poder en la zona hasta que la presión del conflicto lo obligó a rendirse.
Su captura representa un golpe estratégico para las disidencias del Frente 33, que pierden a uno de sus principales líderes en la región. Sin embargo, el Ejército y la Fiscalía continúan en alerta ante la posibilidad de que más integrantes de este grupo se entreguen o busquen refugio en otras estructuras criminales.
Mientras se adelantan los trámites judiciales contra JJ Guaracas, las autoridades investigan el posible fallecimiento de alias ‘Mocho Olmedo’, otro cabecilla de las disidencias, quien habría muerto en un enfrentamiento con el ELN en zona rural de Teorama. Aunque la información aún no ha sido confirmada, de ser cierta, representaría otra baja significativa para la organización ilegal.
El futuro de JJ Guaracas está ahora en manos de la justicia. La Fiscalía evaluará si su entrega voluntaria puede derivar en beneficios judiciales o si enfrentará una condena sin acuerdos. Lo cierto es que su salida del conflicto armado refleja la creciente presión militar sobre estos grupos y la intensificación de la lucha interna entre las disidencias y el ELN.
A pesar de esta entrega, la crisis en el Catatumbo persiste. Los enfrentamientos continúan cobrando víctimas, generando desplazamientos y sembrando el miedo entre la población. La disputa por el control territorial y las economías ilegales mantiene la zona en un estado de guerra permanente, mientras las autoridades intentan recuperar la seguridad en la región.