Si dicen que los niños y lo borrachos dicen la verdad, por eso lo ocurrido hace unos días con el líder de la Colombia Humana y precandidato presidencial del Pacto Histórico , Gustavo Petro, en Girardot, cuando se subió a una tarima a echar discurso borracho, pasado de copas, ebrio o “con un traguito que me cayó mal” como él mismo reconoció, debería dejar de ser una curiosidad de campaña electoral y convertirse en una estrategia ciudadana para realmente saber qué piensan, qué van hacer y cómo se van a comportar en el ejercicio del poder los aspirantes a la primera magistratura del Estado.
Es más, volver casi una obligación de encuentro público-político y de acceso a la tarima y los micrófonos, que los candidatos y candidatas deban ingerir por lo menos botella y media de guaro y dos petacos de cerveza, para luego sí darles el uso de la palabra y escuchar qué van a decir y saber cómo se van a comportar cuando resulten electos. Con eso, nos evitamos dolores de cabeza, rabias, tristezas y decepciones y, además, ya sabríamos que tamal, lechona, tejas, contratos, platica, rumba y trago, hacen parte de la transacción por adelantado entre candidato y votante; un acuerdo de voluntades para llegar a incumplir, robar o beneficiar a sus amigos y familiares y no para generar las transformaciones sociales que el país necesita en beneficio de la mayoría. O que, simplemente, lo que dicen y prometen cuando no están alicorados, lo acompañan haciendo pistola con los dedos de los pies en señal de absoluta franqueza con quienes los escuchan.
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Imagínense, no sé, de pronto, a Gustavo Petro con más tragos en la cabecita lo que hubiera soltado sobre lo que piensa de verdad hacer en Colombia. Pero también lo qué podría decir Rodolfo Hernández, las cachetadas y madrazos que anticiparía, para quienes y por qué negocios; escuchar a Ingrid Betancur, si de verdad gobernaría sin rabia en el corazón y lo haría desde la Casa de Nariño o el Palacio del Elíseo; a Juan Manuel Galán discutiendo con Rodrigo Lara por cual familia ha vivido más del apellido del papá; Al “pirulino” Fico Gutiérrez sobre su estrategia de seguridad nacional inspirada de la mano de su ex secretario de Medellín, quien fue detenido por los nexos con la Oficina de Envigado y mafiosos; a Sergio Fajardo de cómo tratar de echar cuentos y tergiversar fallos de la Contraloría por su responsabilidad directa con Hidrohituango; de la combativa Francia Márquez de como soportar el bullying, por su “atrevimiento” de aspirar a la Presidencia siendo negra, mujer y pobre. De Alejandro Gaviria, cómo posar de humanista, cuando actuó como neoliberal en los gobiernos que estuvo. De Barguil, como no asistir al congreso, cobrar el sueldo y volverse candidato. De Char, saber de la filigrana en el menudeo para la compra de votos y cuánta plata al fin costó el senado de Merlano. En fin, sería muy revelador con cada uno de ellos y los que faltan por mencionar. Pero ojo, todo esto es pura imaginación, nada que ver con la realidad. Y el trago exclusivamente para los candidatos no para los ciudadanos asistentes a los actos.
Creo que con candidatos borrachos subidos en tarima diciendo la verdad, sí tendríamos un voto preferencial y mucho más consciente, al saber la realidad de sus intenciones al llegar al Gobierno. Sería un gana-gana porque ellos dirían lo que harán o no harán y los ciudadanos escogerían por el borrachito sincero de su preferencia, sin apelar luego a la excusa de que mintió en sus propuestas, nos engañó o embaucó.
Todo esto da pie a pensar qué tal y que resultaría conociéndose si esa fórmula etílica-proselitista la aplicáramos para todas las contiendas electorales y a todos los candidatos en el país.